LA TRAGEDIA DEL ALFREDO

PERICO (Verga alta del palo de mesana)

Del vapor ALFREDO, que sepa, no ha quedado constancia en foto o pintura. No obstante estoy seguro que en algún lugar, ya sea museo o colección particular, debe hallarse algún resto grafico de este bonito vapor de construcción sueca. Si alguien lo posee, y tiene ganes de compartirlo, le estaríamos muy agradecidos.
Construido en 1882, en los astilleros Motala Mekaniska Verkstad, de Norrköping, su primer armador fue Stockholms Ångfartygs Rederibolag A/B. Sus gemelos fueron los vapores REGINA y DUX.

Gouache sobre papel del vapor TELLUS. Luigi Roberto. Napoli 1882. Sjöhistoriska Museet. De la web Digital Museum.se.jpg
Gouache sobre papel del vapor TELLUS. Luigi Roberto. Napoli 1882. Sjöhistoriska Museet. De la web Digital Museum.se.jpg

En 1907 pasa a formar parte de la gran compañía sueca A/B Svea.
En 14 de septiembre 1917, en viaje de Rotterdam a Sundsvall, con carbón para los ferrocarriles suecos (el carbón era de origen alemán), es capturado por los ingleses y, siendo declarado buena presa, se marina con un teniente de navío y cinco marineros ingleses y se lleva a Harwich, y después a Greenhite, donde se renombra POLSTELL (JRWG).
En 1921 lo compra Luis Liaño, S. en C., de Santander, y lo renombra ALFREDO, nombre con el que se hunde, en gran tragedia, el 25 de diciembre de 1924.
Las características técnicas, como TELLUS, según el Lloyd´s Register of Shipping: Año 1904-05, eran las siguientes:
…”Señal distintiva: HRDV; vapor a hélice con casco de acero; una cubierta corrida; dos mamparos estancos; registro bruto: 1.028 toneladas; registro neto: 735; under deck: 777; armador: Stockholms Angf. Rederiaktieb; eslora entre perpendiculares: 204,8 pies; manga: 29,8; puntal en bodega: 17,1; castillo de proa que se extendia en 24 pies y superestructura central y toldilla en una extensión de 120 pies; matricula de Estocolmo; maquina alternativa de triple expansión; diámetro de los cilindros: 14 5/8, 23 ¾ y 38 pulgadas para una carrera de 25 ¾ pulgadas; potencia nominal: 61 nhp; maquinas construidas por W. Lindberg´s M.V. Skm.”…

Otra version del TELLUS firmada por el mismo Roberto Luigi, en Napoles, en 1882. Sjöhistoriska Museet. De la web Digital Museum.se.jpg
Otra version del TELLUS firmada por el mismo Roberto Luigi, en Napoles, en 1882. Sjöhistoriska Museet. De la web Digital Museum.se.jpg

El buque había sido botado con una maquina compound de 458 ihp construida por Bengtsson, O., que se sustituyó en el año 1900 por la citada en el texto que daba 520 ihp.
La eslora máxima era de 222,0 pies y la manga fuera de forros de 30,5 pies.
Ya hemos visto que paso a ser santanderino como ALFREDO, y como todo buque de aquella matricula su vida marítima está bien narrada por Rafael González Echegaray en su libro La Marina Cántabra. Desde el vapor. Volumen III, en que cita sobre el buque y la flota de Luis Liaño:
…”El segundo barco de 1921, como el primero y el tercero, fue adquirido al Shipping Controller de Londres y procedía del lote de guerra. Este era el TELLUS, un barco sueco que había sido capturado por los ingleses el 14 de septiembre de 1917 cuando iba de Rotterdam a Sundsvall con carbón. Se había construido en 1882 en Norrkóping por los astilleros de Mótala & Co. y tenía 1.029 toneladas de registro y 1.400 de peso muerto y pertenecía a la poderosa Svea Line, que no pudo hacer nada por evitar que su buque fuera declarado buena presa por los británicos, quienes lo incorporaron a su flota con el nombre de POLSTELL. Tenía 63,4 metros de eslora, 9 de manga y 4,9 de puntal y era del tipo raised quarter-deck, con castillo, dos bodegas a proa y una sola a popa con el palo mayor adosado al alcázar y los botes sobre la cubierta de tiempo.
Entró en la bahía el 3 de julio al mando del propio Liaño, como ya era tradicional en sus escapadas; se le puso el nombre de ALFREDO y quedó matriculado el 9 de noviembre”…
De hecho, Luis Liaño matriculo en Santander en esa fecha el citado ALFREDO y el JUAN ANTONIO.

Planos del TELLUS en estado de origen. Sjöhistoriska Museet. SR-316.2. De la web Digital Museum.se.jpg
Planos del TELLUS en estado de origen. Sjöhistoriska Museet. SR-316.2. De la web Digital Museum.se.jpg

El mismo libro y autor narran la tragedia del ALFREDO:
…”Pero antes de concluir 1924, se registró la catástrofe -la única de la flota con saldo de vidas-de la pérdida del ALFREDO. Había pasado su revista cuatrienal en el dique del Astillero, y de allí fue a la Orconera, en donde tomó su completo de mineral para Ayr, a donde llegó sin novedad el 13 de diciembre. Descargó y tomó un nuevo cargamento de carbón para Bayona, zarpando el día de Navidad por la tarde. Iba mandado por el capitán D. Luis Martínez-Conde, llevando de primero a D. Francisco Inda, primer maquinista D. Lino Galdós y segundo D. Vicente Bear. El 29 se produce una avería en la máquina en medio de un gran temporal. El buque queda sin gobierno, atravesado a la mar y pide SOS por telegrafía. Sus llamadas de socorro duran todo el día y salen varios remolcadores de la costa francesa. Entretanto la mar ha barrido las superestructuras y la sala de máquinas está ya totalmente inundada. El capitán decide el abandono del buque y, tras una serie de peripecias, consiguen ocupar un bote, el capitán, los dos pilotos y 16 hombres; como el bote ha sido zallado apresuradamente y queda embicado de las tiras, se caen al agua todas las provisiones. Son las cuatro de la madrugada del día 30, cuando con el bote lleno de agua, sin alimentos, a vela y con una espadilla de timón, los náufragos se alejan del ALFREDO que se va a pique enseguida, en 48°-48´ N y 5°-35′ W, es decir, en la boca oeste del Canal de la Mancha y en las proximidades de Ouessant. Tras 60 horas angustiosas a bordo de la pequeña embarcación, sin probar bocado, empapados de agua y con heridas, van muriendo de frío e inanición sus ocupantes. A oído, por el ruido de la rompiente, el capitán Martínez-Conde embarranca el bote sobre una playa acantilada y de cascajo y de allí van al pueblo próximo dos hombres, regresando con auxilios para todos los demás. Siete cadáveres quedan sobre el fondo del bote.

El vapor TELLUS con las marcas de neutralidad. Ca. 1915. Fo226023. Sjöhistoriska Museet. Okand Fotograf. De la web Digital Museum.se.jpg
El vapor TELLUS con las marcas de neutralidad. Ca. 1915. Fo226023. Sjöhistoriska Museet. Okand Fotograf. De la web Digital Museum.se.jpg

Los supervivientes son llevados a Brest.
La marejada se llevó el bote con los cadáveres y no apareció hasta el 23 de enero, en que quedó varado en un arenal de la Isla Goulnidec; solo había un cadáver en estado de descomposición avanzada y en su ropa un botón con el nombre de una sastrería de Santander”…
En las hemerotecas encontramos la siguiente información:
A finales de noviembre de 1921 se hallaba en Valencia descargando carbón. Una vez descargado este, el 6 de diciembre de ese año sale en lastre hacia San Pedro del Pinatar. En ese puerto carga sal en dirección a Santander, a donde llegaba el 22 de diciembre de 1921.
A mediados de febrero de 1922 salía de Almería, en dirección a Torrevieja, para cargar de nuevo sal; el flete pobre.
A finales de marzo de 1922 descarga en Tenerife 12.000 sacos de superfosfato para la Compañía Comercial Ibérica.
El 28 de abril de 1922 salía de Valencia, en lastre, en dirección a San Pedro del Pinatar, a cargar sal.
La tragedia llega el 25 de diciembre de 1924. En el diario El Heraldo de Madrid, en su edición del 6 de enero de 1925, página 1, se leía:
…”Los náufragos del vapor «ALFREDO«. Cómo se fue a pique te embarcación. Perecieron seis tripulantes.
Bilbao, 6. —Por el ferrocarril vascongado han llegado los náufragos del vapor español «ALFREDO», de la matrícula de Santander, siendo recibidos por algunas personas de sus familias.
El capitán, Sr. Martínez Conde, refiere que el barco salió con carbón el día 24 de diciembre de un puerto de Escocia, siendo sorprendido en la travesía por un fuerte temporal, que lo desmanteló. A pesar de ello prosiguieron la navegación, y dos días después el maquinista observo que había en el barco una gran vía de agua, a consecuencia de la cual el barco se fue a pique al poco tiempo.
La tripulación, compuesta de 19 hombres, se trasladó a dos botes, permaneciendo cuarenta horas, falleciendo en ese tiempo seis de los tripulantes, llamados Domingo Larrinaga, Fausto López, José Delgado, Antonio Gómez, Manuel Fontanilla y Lázaro Mena. Al llegar a una playa francesa amarraron el bote en que iban los muertos y los equipajes, pero el temporal rompió la amarra, desapareciendo la embarcación.
Los náufragos saldrán hoy para Santander”…
Un relato mucho mas completo lo da el diario El Sol, en su edición del jueves 8 de enero de 1925, según copia del diario Euzkadi, en que citaban:
…”El periódico «Euzkadi«, de Bilbao, ha publicado la siguiente referencia del naufragio del vapor «ALFREDO«, hecha por los tripulantes supervivientes:
«Anoche llegaron a Bilbao los náufragos del vapor «ALFREDO«, naufragado en la costa francesa, a 30 millas del faro Ouessant, en cuyas profundidades naufragó no hace mucho tiempo el gran barco francés «PARIS«.
El buque naufragado llevaba 19 hombres de tripulación. De ellos perecieron seis, y se salvaron 13 en circunstancias verdaderamente trágicas y emocionantes.
La tripulación era la siguiente: Capitán, D. Luis Martínez Conde, de Santander; primer oficial, D. Francisco Inda, de Bilbao; primer maquinista, D. Luis Galdós, de Santander; segundo maquinista, D. Vicente Vior, de Santander; telegrafista, D. José Carballo, de Toledo; agregado, D. Ramón Basain, de Bilbao; un marmitón apellidado Santiago, de Bermeo; el mayor (mayordomo), D. Domingo Larrinaga, de Bilbao; calderetero, don Antonio Fernández de Cortiguera (Santander); fogonero, Manuel Fuenteviña, de Suances (Santander); Lázaro Mena, de Santander; contramaestre, D. Manuel González, de Suances, y marineros Jacinto López, de Cartagena; José Delgado, de Suances; Manuel Revuelta, de Navales (Santander); Julián Cuevas, de Suances; Manuel Crespo, de Santander, y Damián Pérez, de Cortiguera.
Los supervivientes del naufragio refieren aquél en la siguiente forma:
A las ocho de la mañana del día 24 de diciembre zarpó el «ALFREDO» del puerto de Hayffe (realmente Ayr) (Escocia) con un tiempo magnífico. En la embarcación no se notaba ninguna anormalidad. Cuando el barco llegó a la altura del faro de Ouessant se presentó en cubierta el fogonero Manuel Fuenteviña, dando cuenta al maquinista primero, de parte del segundo, que se había producido una vía de agua en el departamento de calderas.
La triste nueva produjo la angustia que es de suponer en la tripulación, pero no se supuso las gravísimas consecuencias que la avería iba a traer aparejadas. Inmediatamente se acometieron los trabajos para contener la vía de agua, no pudiéndolo conseguir. Se echó mano de la bomba de circulación, pero, desgraciadamente, funcionaba defectuosamente, por faltarle un vástago. No obstante, se trabajó con denuedo; pero la tripulación se dio para entonces cuenta de la gravedad de la avería. A las dos de la madrugada del día 25, el agua entraba en el barco en las proporciones de una tromba.
En vista del inminente peligro se demandó auxilio al faro de Ouessant por medio de la telegrafía sin hilos, sin que dichas llamadas fuesen advertidas. Se encendió la caldera, y media hora después alguien avistó a un barco, al que se pidió también auxilio. El barco cuyo auxilio se demandó se detuvo. En vista de ello se botaron al agua los botes de auxilio, en los que se acomodó corno pudo la tripulación. La vista del barco fue fatal para muchos de los náufragos, pues esperanzados con llegar a él, no se tuvo la precaución de procurar provisiones; únicamente se colocó un barril de agua en una ballenera. La primera peripecia ocurrió al botar la ballenera, que rompió los aparejos y dio vuelta. Dos marineros se lanzaron al agua y con peligro de sus vidas consiguieron ponerla a flote. Mientras tanto se iba haciendo la noche, que desorientó a los náufragos, esperanzados todavía en llegar al barco avistado; mas éste se perdió de vista y comenzó a apoderarse la angustia de los náufragos.
Por otra parte, era imposible volver a bordo, pues el «ALFREDO» había desaparecido también seguramente bajo el agua.
La noche fue trascurriendo en medio de la mayor zozobra para los náufragos. Las olas batían amenazadoramente la ballenera, en la que se habían colocado los tripulantes, y empezaban a sentir los efectos del frío, pues la mayoría de ellos se hallaban a medio vestir, porque en el momento de advertirse la vía de agua se hallaban retirados en sus camarotes y se lanzaron de las literas sin pararse a vestirse.
Las olas, encrespadas, inundaban la embarcación, obligando a sus ocupantes a realizar el achique con las manos, por no disponer de otros medios; mientras, el capitán daba órdenes y procuraba mantener la serenidad y el aliento, que ya iban perdiéndose.
La noche del 25 al 26 fueron las horas más penosas de la odisea. El capitán trataba de reanimar a sus subordinados asegurándoles que aquel itinerario era muy frecuentado por los barcos y que seguramente pasaría alguno que les prestara auxilio. El hambre, la sed y el frío comenzaron a surtir sus efectos. Se hizo una pequeña fogata con cartas y documentos que algunos llevaban en sus bolsillos, para llamar la atención si acaso pasaba algún barco.
Esta esperanza no tuvo realidad. El fogonero, Manuel Fuenteviña, que fue uno de los que más padecieron, no pudo sobrevivir a la tragedia. Su cadáver fue colocado en el fondo de la ballenera, pues sus compañeros no quisieron arrojarle al mar con la esperanza de poderle dar tierra en lugar sagrado. Poco después sucumbía también el marinero Jacinto López.
Cundió la desesperanza. El cadáver de la segunda víctima fue colocado al lado del otro.
A la mañana siguiente fallecía el marinero José Delgado. Poco después seguía la misma suerte el mayor Domingo Larrinaga, y después el calderetero, José Fernández.
A las cuarenta y cinco horas de mar moría el palero, Lázaro Mena. Los cadáveres fueron igualmente depositados en el fondo de la ballenera. Lo más trágico de esta circunstancia era que los cadáveres cubrían una vía de agua que se había abierto en la embarcación.
El día 26, por la mañana, algunos divisaron tierra a una gran distancia. Sacando fuerzas de flaqueza, los náufragos pudieron llegar a aquella costa, que eran rocas escarpadas sobre las cuales se divisaban unas cuatro o seis casas y una torre perteneciente al pueblecillo bretón de Plounafnoru. Unos campesinos indicaron a los náufragos que continuasen hasta llegar al pueblo de Launnona, que se encuentra a breve distancia de aquel punto; pero los náufragos no confiaron en sus fuerzas, y ataron la embarcación a un saliente, emprendiendo la ascensión por las empinadas rocas. Desde ella vieron cómo un golpe de mar se llevó a la embarcación, sepultándola entre las rocas.
Los habitantes del pueblecillo bretón prestaron toda clase de auxilios a los náufragos, y cuando se encontraron un tanto confortados, se trasladaron a Launnone donde fueron objeto de las mismas atenciones.
Los supervivientes, que han vivido tan terrible odisea, se trasladarán hoy a Santander”…

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