EL PRIMER VAPOR NOMBRADO ARINDA-MENDI

EN POCA AGUA, POCO SE NAVEGA

Debido a lo completo de su texto, esta es la transcripción íntegra de la tragedia del primer vapor nombrado ARINDA-MENDI, antes MUNDAKA, extraída desde el libro Naufragios en la Costa de Cantabria, escrito por el inolvidable Rafael González Echegaray. Tan solo he añadido algunos recortes de prensa que narran lo que fue la extracción de sus restos, muchos años después de ocurrida la tragedia.
…”En 1899 encargó don Ramón de la Sota a los famosísimos astilleros ingleses de William Gray en West Hartlepool, la construcción de una pareja de cargueros del tipo «partial awning deck», es decir, de cubierta corrida de abrigo en las bodegas de proa y de cajas en las de popa. Sus dimensiones eran 290,5 pies de eslora, 42,2 de manga y 18 de puntal, con 20 de calado máximo, llevando la cubierta de abrigo 179 pies, 86 la caja y 25 la toldilla de popa. Los barcos tendrían una máquina de vapor de triple expansión de 246 NHP., obra de los propios constructores, y se les puso los nombres de «ELANTSOBE» y «MUNDAKA», siguiendo la norma que entonces era clásica en los grupos armadores de Sota y de Aznar, según la cual los barcos llevaban nombres de pueblos del Señorío. El tonelaje de registro de ambos buques llegaba a las 2.424 toneladas moorson y el peso muerto alcanzó en el «MUNDAKA» las 3.715, quedando un poco más corto en su hermano mellizo.
Cuando entraron en servicio en 1900, lo hicieron según un sistema de propiedad particular que se usaba mucho entonces a la vista de la doctrina jurídico-marítima de la responsabilidad por fortuna de mar, y según el cual cada buque constituía una propia compañía; el «MUNDAKA» perteneció, pues, a la Compañía del vapor MUNDAKA y su gemelo a la del vapor ELANTSOBE.
En este año de 1900 las flotas independientes de Sota y de Aznar contaban ya en conjunto con 72 buques con 133.269 toneladas de registro.
La pareja fue buena para el comercio y para la mar y pronto se constituyeron en unos de los buques favoritos de su armador, que los empleaba con el «PLENCIA», el «ARMINZA» y el «EA», en un contrato que duró hasta mediados de la guerra, y por el cual Sota suministraba carbón de Newcastle para los Altos Hornos de Baracaldo y La Orconera enviaba de retorno mineral a los puertos de Northumberland para Consett Iron Co., de Durham.
En 1916 cambian de nombre ambos barcos siguiendo el nuevo sistema de la naviera que se hizo famoso rápidamente y que consistía en denominaciones con nombres en euzkera de montes del País Vasco con el sufijo Mendi, equivalente en vascuence de la palabra castellana monte. Esta sistematización ha perdurado como todos sabemos hasta la actualidad con la variante castellana a partir de 1939. El «MUNDAKA» pasó a ser el «ARINDA-MENDI» y el «ELANTSOBE» el «ATXERI-MENDI».

El ARINDA-MENDI perdido en Las Quebrantas. Diciembre de 1917. Del libro Naufragios en la Costa de Cantabria.jpg
El ARINDA-MENDI perdido en Las Quebrantas. Diciembre de 1917. Del libro Naufragios en la Costa de Cantabria.jpg

Ya estamos en el mes de diciembre de 1917. El «ARINDA-MENDI» —HVNJ— venía cargado de carbón desde el puerto escocés de Ayr al de Barcelona en un convoy inglés desde el Mar de Irlanda hasta El Havre. De allí se incorporó a un nuevo convoy, éste francés, hasta San Juan de Luz y desde la raya de la frontera, solo, bajo la protección única de sus dos banderas pacíficas pintadas en amuras y aletas, por dentro de las aguas jurisdiccionales, hasta el final. El bravo «ARINDA», arropado entre barcos de gris y sloops siempre alerta como los perros de pastor alrededor del rebaño, salió de la zona trágica asolada por la audacia de los submarinos germanos y llegó sin más novedad forzando el bloqueo alemán bajo la protección de la White Ensign hasta la tranquilidad relativa de aguas menos peligrosas.
Recaló al abra bilbaína, repostó de víveres y el domingo 16 de diciembre de 1917, a eso de las nueve de la noche, reemprendió su caminata hacia Barcelona. Reinaba viento duro del sudoeste que fue rolando en el sentido de las agujas del reloj, de tal modo que al estar a la altura de Santoña el «ARINDA» hubo de moderar su máquina por la mucha mar que recibía de proa. Al filo de la medianoche el viento viró al norte, y al amanecer la mar era arbolada y terrible; los golpes que embarcaban sin cesar por el castillo y ¡a caja de popa arrancan y se llevan los encerados de las escotillas 1 y 2. A eso de las seis de la mañana Cabo Mayor demoraba por el sur verdadero y el barco había tardado nueve horas en recorrer las 44 millas que separan el rompeolas de Algorta del faro santanderino.
Así continuó arrastrándose penosamente el «ARINDA», atacado de frente y través por la mar, sin avanzar apenas. Alrededor de la una del mediodía un golpe embarca en la caja de popa y arrastra los encerados de las bodegas 3 y 4, así como la balsa de emergencia que iba trincada en la última escotilla. En estas condiciones se recorta aún más la máquina y se pone proa a la mar iniciando la capa hasta que a las dos decide el capitán, don Francisco Egusquiza, arribar a Santander ante el cariz que toman los acontecimientos y sin que pueda verse ninguna esperanza de mejoría.
El «ARINDA» pone rumbo a nuestro puerto y, en medio de un asalto furioso de olas, consigue ponerse al habla con el semáforo de Cabo Mayor pidiendo instrucciones para intentar la arribada; hasta recibir la contestación se pone nuevamente a la capa frente al faro, esperando. Por fin contesta el semáforo y le indica que debe abocar por el este y que el práctico lo cogerá en la barra. El «ARINDA», dando bandazos de muerte, con la caja de popa llena de agua y barrida la cubierta de proa por el asalto de la mar, inicia la ciaboga y, dejando la Isla de Mouro abierta por la amura, acomete la entrada esperanzado. El Sardinero está al alcance de la mano; las rocas de la Ensenada del Camello se despeinan de espumas violentas y el saliente rocoso de La Magdalena es una avanzada de hierro que se va acercando; Mouro, batido de forma salvaje, partiendo mares en un surtidor gigante de merengue, va quedando al costado, imponente, amenazador, con el fragor de todas las furias del Cantábrico estampado en las cuevas de su ruinosa estructura carcomida y heroica. Por la proa corre una nube blanca de espumas y de agua pulverizada a lo largo de todo el Puntal, desde Santa Marina a Punta Rabiosa.
Con Mouro al costado en una proximidad escalofriante, con el estruendo de la mar en pleno ataque, el «ARINDA» mete la caña a estribor e inicia la orzada en busca de la nueva enfilación que descubra La Horadada con proa a La Cerda. En estos graves y comprometidos momentos iba al timón personalmente el propio segundo oficial, señor Luzárraga, atento al cumplimiento de las órdenes de gobierno del capitán y, de repente, observa que la proa no obedece a la caña metida casi entera a una banda.
¿Qué ha sucedido? Lo peor; se ha roto un guardín del timón —el de babor—, sin duda por la fuerza de un golpe de mar sobre la pala transmitido a la mecha y a todas las conexiones del servomotor. Es el principio del final; el barco ha quedado absolutamente sin gobierno y a merced de las olas. El capitán da atrás con la máquina esperando poder hacer cabeza con la proa, pero este frenazo deja al barco sin arrancada y lo abate inexorablemente sobre Las Quebrantas.
Un trío de mares encrespadas, verdosas, potentes, lo levantan en vilo, lo aproan al sur y lo echan a tierra tocando fondo, en donde queda fuertemente agarrado, levantado de proa y hundido de popa, que en seguida se ve asaltada por la mar y barrida por completo hasta el alcázar. Así quedó el pobre «ARINDA» en unos segundos entregado a la mar, inerme, derrotado, tocando angustiosamente el silbo hasta que se le acabó el vapor de las calderas, convertido en un carámbano blanquinegro en medio de la reventazón.
Toda la tripulación, con los chalecos salvavidas puestos, se reunió en el puente y allí, agrupados, se mantuvieron frente a los asaltos de la mar, empapados hasta los huesos, hasta las cuatro y media de la tarde. Intentaron arriar uno de los botes, pero se lo llevó limpiamente una ola; lo propio ocurrió con la ballenera de motor y con la otra balsa, que las arrancó de cuajo la mar antes de que se pudiese intentar siquiera su lanzamiento.
A eso de las cinco comienzan desde el arenal los intentos para rescatar la tripulación náufraga, lanzando cabos por medio de cohetes y cañón, pero sin resultado práctico alguno. Y la noche, la noche larguísima y terrible de diciembre, se vino encima.
Toda la ciudad vivía la tragedia y, en coche, por tierra, llegaron a Somo los prácticos don Indalecio Santos, don Germán del Río, así como don Felipe Ruiz, don Anselmo Fuentes, el gran periodista y marino don José del Río y el ex alcalde don Luis Martínez, que era a la sazón el consignatario en Santander de la Compañía armadora del «ARINDA-MENDI».
A todo esto la brigada de salvamento de la estación de Somo, agotadas sus municiones, se retiró del lugar a eso de las nueve de la noche, después de que el buque se partió con un crujido impresionante y con la consiguiente inundación de las salas de máquinas y calderas.
A las once de la noche era la bajamar y entonces fue cuando los «tripulantes» del coche salido de Santander, con la cooperación del Párroco de Latas, don Crisanto Gutiérrez, y el cabo y los cuatro carabineros del sector, empiezan por su cuenta nuevos intentos de salvamento.
El destructor español «VILLAMIL», desde la bahía, ilumina con sus reflectores al buque náufrago en donde la gente desesperanzada y agotada, espera un milagro. La actuación de nuestro entrañable José del Río, director entonces de «La Atalaya», y sus compañeros fue admirable; en medio de la furia desatada del temporal, caminando varios kilómetros sobre la arena del Puntal, bajo el azote del granizo y la cellisca, se acercan a las proximidades del vapor embarrancado que semeja un monstruo emergiendo entre la mar y las tinieblas a 50 metros de la orilla.
Entonces comienza un diálogo asombroso entre mar y tierra. Los salvadores animan con sus voces a los náufragos y los convencen para que, a través de una tira, se descuelguen al agua y ganen la orilla a nado, en donde les aguardan con el agua hasta la cintura.
Tras las naturales vacilaciones abandonan el barco hasta 19 hombres con los chalecos puestos y todos ellos consiguen ser recogidos por la partida de tierra que les saca del agua y les conduce a hombros hasta el cuartelillo de carabineros en donde les dan su propia ropa –José del Río y el Párroco Crisanto se quedaron como el Padre Apolinar, helados de frío, para que los pobres náufragos pudieran ponerse alguna prenda seca- y los reanimaron con coñac.
Habían quedado a bordo seis hombres que no sabían nadar, todos refugiados dentro de la caseta de derrota, vencidos de miedo, de hambre y de frío, y cuyas horas de vida estaban contadas. El Cura, desde la playa, les dio la absolución porque, con el repunte de la marea, su suerte quedaba echada. Sin embargo, Dios dispuso que este espectacular naufragio se consumase sin víctimas humanas y así, al día siguiente, y en presencia de don Alejandro de la Sota y del capitán inspector de la naviera don Gabino San Vicente, que habían llegado de Bilbao, fueron rescatados por medio de cabos en la bajamar, cuando el temporal apenas había cedido y el barco empezaba a desarbolar. Los horrores de aquella pobre gente, en la que sin duda creyeron su última noche, acosados por la mar y viendo desmoronarse la resistencia de lo que había sido su barco, fácilmente puede imaginarse.
Precisamente el día 18 durante la recuperación de estos últimos seis hombres, entró en el puerto de forma espectacular y a toda máquina, sepultado materialmente por las olas y los rociones, el torpedero «NUMERO 2» de nuestra Armada; el barco que al cabo de veinte años justos iba a perderse precisamente en un temporal semejante sobre las rocas del Sardinero.
Esta fue la historia del «ARINDA-MENDI», que quedó vencido sobre Las Quebrantas, demorando al 140º del faro de Mouro. Poco a poco la mar lo fue deshaciendo y al cabo de algún tiempo se veía una masa informe escorada a babor, proa a tierra, con los dos palos enhiestos, pero sin puente ni chimenea. El 25 de junio de 1917 llegaron de Bilbao dos remolcadores de la flotilla de Sota y Aznar (Ibaizábal), trayendo la cabria «SETARES» para extraer los restos. Se fue recuperando el carbón de las bodegas y gran cantidad de chapa, así como las calderas, que por cierto se le instalaron después al «ARTIBA-MENDI» -luego «MONTE ESPADAN»- que se construía en Euskalduna por aquellas fechas.
En sucesivas intentonas se fueron apurando hasta las últimas tracas del forro y, no hace muchos años, se recuperó el doble fondo y la quilla. Todavía volando yo sobre el Puntal, he visto en bajamar viva, con buen tiempo y a pleno sol, la platusa maltrecha del bravo «MUNDAKA», varios metros bajo el agua clara, precisa de contorno y sorprendente; realmente impresionaba el descubrimiento desde el aire, viéndola como un submarino gigante dormido en la orilla.
El «ARINDA-MENDI» había entrado en Santander precisamente en agosto del mismo año en que vino a morir tan cerca de nosotros. Su gemelo el «ATXERI-MENDI» fue torpedeado y hundido por un sumergible alemán el 29 de agosto de 1918.
La Naviera repitió el nombre de ARINDA-MENDI en uno de los cinco gemelos de 1921, construidos en Stockton, con 3.400 toneladas de registro y 6.100 de carga. Este buque luego se llamó «MONTE IGUELDO» y fue también torpedeado y hundido por un submarino alemán, en la segunda guerra mundial, el 1 de marzo de 1943 frente a las costas del Brasil”…
Según hemos comentado, y para completar este texto, casi perfecto, añadimos los siguientes recortes de prensa:
En el diario La Correspondencia de España, edición de 27 de abril de 1918, se leía: …”Santander, 26. Procedente de Bilbao ha llegado el remolcador ITURI-MENDI, conduciendo los aparatos para desaguar el buque de la Compañía Sota ARINDA-MENDI encallado en la playa de Quebrantada”…
En el diario El Sol, de Madrid, en su edición del viernes, 12 de julio de 1918, se anotaba: …”Trabajos de salvamento. Santander 12 (2 t.).—Están ultimados los preparativos para poner a flote el vapor «ARINDA-MENDI«, de la casa Sota y Aznar, que embarrancó en la playa de Somo, a la entrada del puerto.
Esta operación se hará aprovechando las próximas grandes mareas. Como el buque está partido en dos pedazos, si se consigue ponerlos a flote, se llevarán en seguida al dique para unirlos y poner el barco en condiciones, de navegar inmediatamente”…
Por su parte, el diario La Época, de Madrid, en su edición de 22 de agosto de 1918, en su n.º 24.372, página 4, anotaba: …”Santander, 21. Se encuentran en este puerto los remolcadores de la casa Sota Aizu-Mendi (sic) y EDERRA MENDI, que han llegado de Bilbao para proceder al salvamento del casco del vapor ARINDA MENDI.
Parece ser que el salvamento del buque ofrece ahora algunas dificultades, por tenar sueltas algunas planchas de la quilla”…
Y en el diario El Sol, de Madrid, en su edición del jueves, 9 de enero de 1919, se anotaba la baja de una víctima inesperada de la tragedia: …”Santander, 8 (10,30 n.).—Persiste el temporal. El mar presenta imponente aspecto. El puerto está cerrado para las embarcaciones pequeñas.
Las olas derribaron parte de la pared que cierra el campo de deportes del Sardinero, en una extensión de ochenta metros.
Como dato curioso diremos que en la pista de los campos aparecieron algunos peces después de retirarse las aguas.
En Las Quebrantas, los vigilantes que tienen a su cuidado el material para de salvamento del vapor «ARINDA-MENDI» estuvieron en grave peligro, porque la resaca invadió, todo el arenal. Un hermoso perro que tenían los guardianes fue arrastrado por las aguas”…
Rogamos la colaboración de los lectores para obtener una foto del vapor MUNDAKA.

4 comentarios en “EL PRIMER VAPOR NOMBRADO ARINDA-MENDI

  1. No conozco más allá de cuatro palabras de euskera, pero me parece que ELANTSOBE, es en realidad ELANTXOBE. El error arranca de los propios astilleros ingleses por lo que he podido comprobar.
    Saludos

    1. No hay error, sigue a la grafia de R.M. de Azkue, en su diccionario trilingüe (que no sé hasta qué punto no sigue las sugerencias de Arana), sólo que a la S se le ponía una tilde para palatalizar. La x tiene muchos significados (por ejemplo, ts en gascón, o ks en castellano, o sh en euskera actual), y por eso fue al principio postergada)

  2. El Monte Igueldo que fue el Arinda-Mendi (II), según fuentes inglesas, fue torpedeado y hundido por el submarino italiano «Barbarigo»
    Juan Ignacio

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