SAN TELMO EN CUBIERTA BRILLA, CIERRA BIEN LA ESCOTILLA
Antonio Terry y Rivas, contraalmirante y senador, en su época capitán del puerto de Manila, formo parte de la Comisión que decidió el alumbrado en la entrada del rio Pasig, que daba acceso al puerto de Manila. Estamos a mediados del siglo XIX. También fue bisabuelo de Miguel Ángel Sánchez Terry, Técnico de Señales Marítimas (Antiguo cuerpo de torreros de faros), y escritor por antonomasia del sistema de balizamiento marítimo de nuestro Estado.
Para conocer la historia de los faros coloniales hay un libro sin igual: FAROS ESPAÑOLES DE ULTRAMAR. Editado por el Ministerio de Obras Publicas y Transportes en el año 1992, su ISBN es 84-7433-792-5, y su NIPO, 161-92-007-5. Escrito por Miguel Ángel Sánchez Terry es un clásico, de valor incalculable, de la historia marítima española. Imprescindible en nuestras bibliotecas.
En el se narra la historia del primer faro construido en las Filipinas; el de la entrada al rio Pasig. Veamos la cita que hace el autor: …”Faro y Luces del Rio Pasig. (Manila). La gran extensión de la barra del río Pasig dentro del puerto de Manila y lo tortuoso de su canal, hacían difícil la toma del puerto interior, aun para los prácticos de la bahía. Por otra parte, la importancia que día a día iba cobrando el tráfico en sus aguas hacía totalmente necesaria la instalación de una luz que sería la primera en servicio entre todas las del Archipiélago.
Costeada a expensas de la Junta de Comercio, se situó en el morro del malecón del norte del río, iniciándose los trámites para levantarla en el año 1843. En un principio se propuso de eclipses y se presentó un presupuesto de 500 pesos que pareció excesivo a los escasos caudales del Organismo. En su defecto se aprobaría que fuese de luz fija, a pesar de que su poca elevación acabaría confundiéndolo con las luces de costa de Tondo y Binando.
El alumbrado se realizó por medio de ocho lámparas inglesas del sistema Argand, dotadas de igual número de reflectores parabólicos de plata y de un fuste prismático con quinientos sesenta espejos repetidores, destinados a concentrar la luz que, de otra forma, se perdería por debajo y por encima de la línea del horizonte. Iban colocados por baterías horizontales, con la inclinación que le correspondía, en la parte de adentro y de arriba a abajo de los cristales de la linterna. La tangente de la luz se había calculado para cortar el horizonte a 13,5 millas de distancia, iluminando un ángulo de 270º de horizonte.
La torre era cónica, sin cámara de servicio, sólidamente construida, habiendo resistido los terremotos de 1852 y 1863.
Su coronación estaba formada por piezas de madera con relleno y enlucido de cascote y mortero. Contigua a ella se hallaba la casa de los torreros, de forma rectangular y unas dimensiones de 12 x 6,50 m, a la que estaba adosada un pequeño saliente destinado a la cocina y un almacén. Entró en funcionamiento en el año 1846 y se llegó a ver con tiempo claro desde el Corregidor, a 27 millas de distancia.
Con el transcurso del tiempo la efectividad fue disminuyendo. Por una parte la linterna, compuesta de cristales pequeños, perdió transparencia y por otra el aparato de reflectores se deterioró, hasta el punto que la luz apenas se distinguía de la de las embarcaciones. Para mejorarla el vocal de la Junta de Comercio, Francisco Ahujos, propuso, en 1866, la colocación de vidrios de distintos colores con tres fajas horizontales: roja, blanca y verde y el comandante de Marina, el 11 de diciembre de aquel año, presentó un presupuesto de 1.300 escudos, para instalar seis reflectores solares de gran potencia, cuatro lentes Fresnell y cuatro cristales intercalados de color rojo con máquina de rotación de resorte.
Así las cosas, Eduardo López Navarro realizó un «Proyecto de mejora de alumbrado de la desembocadura del río Pasig», sacado de la colección oficial, que suscribió en Manila
el 27 de octubre de 1868, cuya ejecución supuso la reparación de la coronación de la torre, en donde se construyó un zócalo de 50 cm de altura, una cámara circular de 0,60 m de radio interior, 1 m de altura y 0,42 m de espesor, bordeada de barandilla de hierro, con un presupuesto de ejecución por contrata de 2.855 escudos. En la realización se emplearon grandes sillares de piedra de Meycanayan, encargándose al ingeniero comisionado en París José Echevarría que adquiriera de la casa Barbier Bernard y Turenne una óptica catadióptrica de sexto orden y 0,30 m de diámetro con armadura de bronce, según modelo adoptado por la Administración de Faros de Francia. El lote incluía tres lámparas de nivel constante con candelabro y mesa de servicio, chimeneas rojas para dar este color a la luz, diversos útiles y efectos y una linterna poligonal de ocho caras, de 1,6 m de diámetro interior, con montantes verticales de bronce y cristales planos, rematada por cúpula de cobre. El encargo tuvo lugar el 17 de julio de 1869, contratándose por un precio de 9.781,75 francos que, a 0,38 escudos por franco, equivalió a 3.717,065 escudos, incluido el transporte a Manila.
El nuevo equipo entró en servicio el 22 de abril de 1870. Tenía un alcance de 9 a 10 millas, con una altura del plano focal sobre el mar de 16,25 m y de 15 m sobre la planta de la torre.
Citando sólo alguno de sus servidores, puede reseñarse al torrero segundo Julián de los Reyes, quien el 3 de junio de 1878 permutó su destino con Francisco del Rosario, destinado en el faro de Pulo Caballo; cobraba 400 pesos anuales y estaba auxiliado por el alumno Andres Bautista, trasladado el 3 de julio según su solicitud”…