Desde finales del siglo XIX y hasta mediados del siglo XX eran comunes los ingenieros navales de origen militar. De hecho, eran los que constituían la parte dirigente de esta organización. Uno de ellos, D. Miguel Rechea Hernández, fue el primer presidente de la Asociación de Ingenieros Navales; uno de los que también lucho porque el organismo tuviese un carácter más civil que militar. Como debía ser.
De este personaje histórico, en un panfleto-libro llamado, INGENIEROS Y CONSTRUCTORES NAVALES ESPAÑOLES. LXXV ANIVERSARIO DE LA INGENIERIA NAVAL CIVIL. LX ANIVERSARIO DE LA ACTUAL ESCUELA, editado por la Escuela Técnica Naval Superior de Ingenieros Navales y por la Asociación de Ingenieros Navales y Oceánicos de España, escrita la glosa por Alejandro DeCinci, se encuentra en Internet un apunte sobre la vida de D. Miguel Rechea Hernández. Leamos: …”Miguel Rechea Hernández nació en 1856 e inició su vida militar como alférez alumno en 1880. Acabada su carrera en 1882 con su nombramiento como Ingeniero de 2ª clase, completó su formación académica licenciándose en Ciencias Exactas en 1910. Ocupó su primer destino en el arsenal de Ferrol como Ingeniero auxiliar, siendo, al año siguiente, profesor de la Escuela de Maestranza.
Comisionado a Francia para inspeccionar los materiales y equipos del acorazado PELAYO, fue nombrado, a su vuelta en 1885, Subdirector de la Academia de Ampliación de la Armada.

En 1889, ya como Ingeniero Jefe en 2ª clase, se hizo cargo de los trabajos de inspección y reconocimiento de materiales de los tres cruceros que en aquellos momentos se estaban construyendo en Astilleros de Nervión de la ría de Bilbao.
En 1907 fue nombrado Comandante de Ingenieros del Apostadero de Cádiz y Jefe del Ramo en el Arsenal de la Carraca, siendo comisionado a Londres para negociar la construcción de tres nuevos acorazados. En 1910 pasó, como supernumerario, a la Sociedad Española de Construcción Naval, creada para la ejecución del Plan de Escuadra Ferrandiz-Maura, dirigiendo las construcciones de los buques y emprendiendo, a la vez, la reconstrucción del apostadero de Ferrol.
En 1915 obtuvo su retiro como Coronel de Ingenieros e Ingeniero Inspector de 2 ª, después de treinta y cinco años de servicio y ocho en el empleo de coronel. Fue condecorado con la Medalla al Mérito Naval de 2ª clase blanca y la Cruz y Placa de San Hermenegildo.
Participó activamente en la reforma y gestión de los tres arsenales militares, siendo un referente importante en la construcción naval española, a la que contribuyó, sin duda alguna, con su especial estudio y dedicación a las botaduras.
Alguien dijo que “media escuadra española se había construido en astilleros por él dirigidos”.
Por sus trabajos en el ESPAÑA, primero de la última serie de acorazados construidos en nuestra Armada, fue nombrado, en 1913, hijo predilecto de Tudela, localidad en la que hasta 1933 hubo una calle con el nombre de “D. Miguel Rechea”.
En 1930, la Asociación de Ingenieros Navales le eligió como su primer Presidente y como tal, y tras el cierre de la Academia de Ingenieros de Ferrol, se enfrentó con la necesidad de crear una Escuela Especial de Ingenieros Navales al estilo de las existentes en España para otras ramas de la ingeniería en aquellos momentos. La tarea no fue fácil pero supo imprimir un sello particular a las negociaciones y supo obtener del Presidente del Consejo de Ministros la promesa de su creación, fuera ya del ámbito de la marina militar.
Murió en agosto de 1933, después de una dilatada y fructífera vida profesional como aquel “viejecito jovial y simpático” que dirigió la Asociación de Ingenieros Navales con esa capacidad incansable en el trabajo, infatigable ante las dificultades y que puso en marcha una asociación civil formada mayoritaria por ingenieros navales de la armada.
Con la incorporación de su retrato a la galería de Ingenieros y Constructores Navales Españoles se salda el compromiso pendiente de homenaje que los Ingenieros Navales aprobaron tributarle en su nombramiento como Presidente de Honor.
La actual Escuela Técnica Superior de Ingenieros Navales, que le debe su existencia a sus gestiones, le rinde con este cuadro un merecido homenaje”…
También, en la revista INGENIERIA NAVAL, de septiembre de 1933, con motivo de su muerte, se hacia el siguiente recuerdo del finado: …”Necrologia. El Excmo. Sr. D. Miguel Rechea y Hernández.
Primer Presidente de la Asociación de Ingenieros Navales.
El día cuatro del pasado mes de Agosto, nos sorprendió la tristísima noticia de la muerte del que fue nuestro muy querido primer presidente, el ilustre ingeniero naval Excelentísimo señor don Miguel Rechea y Hernández.
«Don Miguel», como con cariño y respeto filiales le llamábamos todos, no volverá a presidirnos, con aquella inteligencia y aquella bondad que iban subsanando las dificultades que nuestra Asociación encontraba. Pero si no ha de estar presente aquel cuerpo de viejecito jovial y simpático, siempre nos presidirá su espíritu, joven como el más joven, optimista, trabajador incansable, que en todo momento ponía una palabra de aliento, cuando los que, por años, podíamos ser sus hijos, desmayábamos ante las contrariedades que surgían. Caballero sin tacha, su vida la repartió entre sus dos grandes ideales, el hogar y la profesión. Enamorado de ésta, con un ardor de estudiante, podría haber llegado a ser defecto su delirio por la ingeniería naval, si el defecto no lo hubiera trocado en virtud, la que más destacó entre todas las suyas, la modestia.
Inició sus trabajos, como ingeniero naval, en el año 1882, en que acabó su carrera y desde tan alejada fecha hasta el día de cu muerte, su historia está dicha con dos números: diecinueve años al servicio del Estado, en el Cuerpo de Ingenieros de la Armada y treinta y dos años de trabajos en la industria privada, repartidos en dos etapas; una de 1895-1903 en la entonces Constructora Naval de Cádiz (hoy Astilleros de Echevarrieta) y otra de 1909 hasta su muerte, en la Sociedad Española de Construcción Naval.
Media escuadra española salió de tos Astilleros por él dirigidos ¡y con qué modestia!
Como recordamos hoy, los que tanto aprendimos de él, aquellas solemnes botaduras en El Ferrol, de las que él era alma matar y que una vez realizadas, enmedio de las enhorabuenas, era difícil encontrarle para recibir las felicitaciones, por haber salido a pie, por aquel «Campo de Batallones», camino de su casa, acompañado de cualquier joven ingeniero, en tanto el esplendor oficial lucía aún en el Astillero entre plácemes y parabienes.
Como Presidente de nuestra Asociación, todos tenemos presente su infatigable labor en la vida cotidiana, en los Congresos, en el establecimiento de nuestra Escuela.., en todo.
Aún resuenan en nuestros oídos los entusiastas aplausos que en la última junta general corearon su nombramiento de Presidente Honorario.
Aún quedó en vías de ejecución el homenaje que los ingenieros navales iban a tributarle.
Que aquellos aplausos y aquel homenaje se conviertan en un piadoso y perenne recuerdo para el que tan admirado y querido fue por todos y que ese recuerdo, lleno de cariño y respeto, lleve nuestro pésame a su distinguida familia y de modo muy especial a su hijo don Bernardo y a su hijo político don Vicente González Ravanals, entrañables compañeros nuestros”…