En el diario New York Tribune, edición del viernes 17 de diciembre de 1875, se hacia el siguiente apunte: …”A report was current among the Cubans in this city yesterday that the Spanish gunboat GRACIOSA was recently fired on from a masked battery while ascending the Llama Creek, In Cuba. In endeavoring to got out of range the GRACIOSA ran aground, and was set llio io by the insurgents and totally destroyed. The GRACIOSA was built at Chester, Pa., and was 80 feet long”…
Llegado a este punto, en la pequeña investigación que he hecho, se plantea un problema. Merchant Shipbuilding, de Chester, Pennsylvania, habían sido desde 1871 a 1887 los astilleros J. Roach & Sons. Con el número de grada 159 habían construido, en 1875, una lancha de vapor para vigilancia de costas llamada GRACIOSA. Aquella lancha fue el “único buque de guerra” construido en esos astilleros para intereses extranjeros; intereses españoles en concreto.
Según el interesante libro Buques de la Armada Española del Siglo XIX. La Marina del Sexenio y de la Restauración. (1868-1900), del historiador Alejandro Anca Alamillo, dicha lancha, de nombre MANATI, fue puesta en gradas el 23 de enero de 1875; botada el 8 de diciembre del mismo año y entrada en servicio ese mismo día. El astillero; John Roach de Chester, Pennsylvania, con lo que la lancha tiene que ser la misma. El diario The New York Times también confirma la existencia de la GRACIOSA.
Pienso que fue contratada y botada como GRACIOSA. ¿Es posible que antes de salir del astillero se le pusiese el nombre de GRACIOSA en memoria de la recientemente destruida lancha? ¿Fue la GRACIOSA otra lancha que fue destruida inmediatamente de ser recepcionada? Si la MANATI tuvo ese nombre desde origen ¿Dónde fue construida realmente? ¿Es posible que se botase como GRACIOSA, y, posteriormente, se le cambiase el nombre al de MANATI?, nombre de una ciudad cubana. ¿Es posible que así fuese?, ¿Cuándo cambio de nombre?, esperamos que algún lector pueda confirmar estos términos. Lo que si es cierto es que el buque construido en esos astilleros fue bautizado como GRACIOSA en un primer momento. Según el mismo libro fue dada de baja en 1893 y, aunque todos los libros españoles consultados le dan 70 toneladas de desplazamiento, los astilleros citan 72.
El buque hizo una extraordinaria travesía de 500 leguas sobre un océano embravecido que se hizo notable y que permitió conocer el valor y heroísmo de un marinero menorquín; Jaime Monjo Pons.
Juan Llabres Bernal, Correspondiente de la Real Academia de la Historia y Asesor de Marina de Distrito, narra esta historia, y la del valiente marino, en uno de sus pequeños y variados apuntes sobre la marina menorquina –extraídos de La Ilustración Española y Americana y del diario El Iris, de la bellísima Ciutadella- que nosotros transcribimos en estas líneas tomados del libro De La Marina de Antaño. Notas Para la Historia de Menorca (Siglos XVIII-XIX). VOL II. Leamos: …”Jaime Monjo Pons y el Viaje de la Lancha de Guerra MANATÍ. (1876).
En 1875 acordó el Gobierno español la construcción en los Estados Unidos, y por vía de ensayo, de una lancha de vapor -incluida luego entre los buques denominados oficialmente cañoneros de tercera clase- para la vigilancia de los innumerables cayos, canalizos y bajos fondos de la costa sur de la isla de Cuba.
En efecto, los astilleros Chester, de Nueva York, procedieron a construir una lancha, bautizada con el nombre de MANATI, que fue botada en la mañana del 8 de diciembre del mismo año, y de condiciones muy apropiadas para el servicio a que iba a dedicarse: casco de hierro con cubierta de madera, 70 toneladas de desplazamiento total, 27,76 metros de eslora, 4,64 de manga y 1,98 de puntal. Calado medio 0,91. Se le montó una máquina de alta y baja, de fuerza indicada de 69 caballos, fabricada por Mr. Bochs, que, accionando dos hélices, imprimían al buque una velocidad máxima de ocho nudos hora. Iba provista de una caldera con dos hornos y podía estibar en sus carboneras hasta 20 toneladas de combustible. Aparejaba de balandra: una mayor y un foque, con un total de 100 metros de lona, y desde el palo hasta popa corría un largo tambucho. Su artillería fue de un cañón de 8 centímetros, modelo Krup, instalado a proa. Se confirió el mando de la MANATI al teniente de navío de primera clase D. Luís de la Pila y Monti, sevillano, de treinta y cinco años de edad, asignándosele una dotación que sumaba quince hombres, procedentes todos del Apostadero de la Habana.
El 6 de enero de 1876, listo y pertrechado convenientemente, el buque salió de Nueva York lanzándose a alta mar por hallarse a la sazón helado el canal interior de Filadelfia. «Aun sin nociones de náutica –leemos- se comprende, desde luego, lo que arriesgaba el comandante de tal embarcación en la peor estación del año: nieblas, hielos, temporales, corrientes, pusieron, en efecto a prueba las dotes marineras de la tripulación, que lo más del tiempo iba empapada por los golpes de mar que pasaban de una a la obra banda, cubriendo la lancha.
Hubo ocasiones en que ésta tuvo que correr más de 130 millas impulsada por un ventarrón; en otra buscó abrigo en los arrecifes contra la mar, que rompió las cadenas de sus anclas; a veces, agotado el carbón, bajó la gente a tierra para cortar leña y proveerse de este combustible…
En fin, el 19 de febrero, después de cuarenta y seis días de penosa lucha, fondeó en el puerto de la Habana, mereciendo llamar la atención general, y muy principalmente de las personas que tienen conocimiento y práctica de los accidentes de mar».
El viaje de la MANATI fue motivo de distinción para la Marina de guerra, puesto que se trataba de una travesía de 500 leguas sobre una costa tormentosa y llena de peligros aun para los buques de mayor desplazamiento y fuerza. La Junta Suprema Consultiva de la Armada, estimando las circunstancias y vicisitudes del mismo, lo consideró digno de ser descrito en el Anuario de la Dirección de Hidrografía, para conocimiento de los navegantes -aunque no lo hemos visto publicado- proponiendo para una recompensa a su comandante Sr. Pila, como premio al buen éxito de tan atrevida travesía, quien, a su vez, había recomendado especialmente al cabo de mar de primera clase en funciones de contramaestre de la lancha, Jaime Monjo Pons, solicitando para tan modesto como arrojado hombre de mar la recompensa a que por su decisión y meritorio comportamiento se había hecho acreedor.
Estos detalles, recogí los en la prensa diaria y también en La Ilustración Española y Americana, que se publicaba en Madrid, no nos dicen, sin embargo, que Jaime Monjo Pons era hijo de la isla de Menorca, nacido y avecindado en Ciudadela, y que formaba parte de su honrada y sufrida marinería.
Nos consta que se llamaban sus padres Jaime y María, que nació el 27 de enero de 1850, que era matriculado desde 1867 y que navegó en buques de pesca y de tráfico hasta 1872. A fines de este mes marchó a servir campaña como voluntario de Marina al Departamento de Cartagena, encontrándose en San Fernando en 1873 como marinero de primera clase de la dotación del vapor de guerra Cádiz. En 29 de abril de este año fue examinado y promovido a cabo de mar de segunda clase, pasando poco después a Ultramar y obteniendo en la Habana el nombramiento de cabo de mar de primera en 9 de julio de 1874. Por Real orden de 24 de enero de 1877 se le concedió como premio a su conducta durante tan accidentada travesía la Cruz de plata de la Orden del Mérito Naval con uso de distintivo rojo y pensión de cinco pesetas mensuales, sí bien el diploma de esta condecoración es de 15 de septiembre del año anterior y va autorizado por el entonces ministro de Marina, contralmirante Antequera.
Del resto de la existencia de Monjo me facilita algunas referencias con su amabilidad de siempre mi buen amigo D. Jaime Faner Juaneda, rebuscador afortunado de los viejos recuerdos de su ciudad natal.
Casó en Ciudadela Jaime Monjo Pons con Apolonia Serra Vivó; fue patrón de cabotaje, hizo a ambas Américas numerosos viajes en buques de comercio como compañero y como nostramo y tuvo que abandonar la mar porque, habiendo tenido la desgracia de caerse de la arboladura, quedó inútil para seguir ejerciendo tan ruda profesión.
Algunos años desempeñó el cometido de sereno en Ciudadela, hasta que el 3 de mayo de 1902 rindió su alma al Creador en su casa de la calle de las Parras, número 6, rodeado y querido de los suyos, pero no sin dejar de su paso por la vida una pequeña página para la historia…
(Del semanario El Iris., Ciudadela)”…
El libro del Sr. Alejandro Anca Alamillo citado al principio del articulo fue publicado, en el año 2009, por el Ministerio de Defensa, Museo Naval, y su ISBN es 978-84-9781-528-4. El NIPO es 076-09-236-5.
Por su parte, el articulo que se cita, publicado en el diario La Ilustración Española y Americana, edición de 15 de octubre de 1876, en su pagina 3. Nº XXXVIÍI, Año XX, anotaba: …”La lancha «MANATÍ».
Este buquecillo, expresamente construido en Nueva-York para vigilar los cayos, canalizos y bajos fondos de la costa Sur de Cuba, donde presta ya buenos servicios, acaba de ser motivo de distinción para nuestra marina militar, al examinarse por la Junta Superior Consultiva de la Armada las circunstancias y pormenores del viaje, que desde dicho puerto de Nueva-York al de la Habana hizo con felicidad, atravesando quinientas leguas de costa tormentosa y llena de peligros aun para los buques de mayor porte y fuerza.
La lancha MANATI mide noventa y un pies de eslora, quince de manga, cinco de puntal y tres de máximo calado, con doble máquina de vapor de alta presión de fuerza proporcionada. Al mando del teniente de navío de primera clase D. Luís de la Pila, y con quince hombres por toda tripulación, comprendidos maquinista y fogoneros, emprendió la travesía el G de Enero del año corriente, lanzándose á mar alta por estar helado el canal interior de Fíladelfia.
Aun sin nociones de náutica se comprende desde luego lo que arriesgaba el comandante de tal embarcación, en la peor estación del año; nieblas, hielos, temporales, corrientes, pusieron, en efecto, á prueba las dotes marineras de la tripulación, que lo más del tiempo iba empapada por los golpes de mar que pasaban de una á la otra banda cubriendo la lancha. Hubo ocasiones en que ésta tuvo que correr más de 180 millas impulsada por un ventarrón; en otra buscó abrigo en los arrecifes contra la mar, que rompió sus cadenas; á veces, agotado el carbón, bajó la gente á tierra para cortar leña y proveerse de este combustible En fin, el 19 de Febrero , después de cuarenta y tres días de penosa lucha, fondeó en el puerto de la Habana, mereciendo llamar la atención general, y muy principalmente de las personas que tienen conocimiento y práctica de los accidentes de mar.
La Junta Consultiva ha juzgado atrevido el viaje, y digno por las circunstancias de ser descrito en el Anuario de Hidrografía, estimando que á la pericia, sangre fría y perseverancia del comandante es debido en gran parte el buen éxito, por lo cual lo consideraba acreedor á recompensa, que acaba en efecto de recibir, así como también el cabo de mar, Jaime Monjó y Pons, que ha sido condecorado por su arrojo con la cruz del Mérito naval pensionada, por recomendación del mismo comandante”…
Sobre su final en la Armada, el diario La Iberia, de Madrid, edición de 20 de marzo de 1893, pagina 3, citaba: …”Y, últimamente, se acordó que se procediese á la venta del casco inútil de la lancha MANATI”…
Vicente,
Us deixo un petit regal virtual en el far de la banys en reconeixement al vostre treball, que omple de contingut la xarxa!
Salutacions,
Eduard