EL MAR UNE LOS PAISES QUE SEPARA. Alexander Pope
Artículo y copyright del Sr. Manuel Rodríguez Aguilar.
Poco más de un siglo terminó durando el sueño de José de Olano y Ramón de Larrinaga. Ese sueño que empezó en el año 1863, cuando ambos fundaron en Bilbao la empresa Olano, Larrinaga y Compañía, con la finalidad de establecer una línea de transporte marítimo de carga y pasaje entre Liverpool y las colonias españolas.
Uno de sus primeros vapores fue el LEÓN, botado en junio de 1873 por William Doxford & Sons Ltd., en Sunderland (número de construcción 56). El nombre se había elegido en honor a León de Longa, perteneciente a una familia colaboradora en el nuevo negocio y emparentada con los Larrinaga. El conocido astillero británico era uno de los preferidos por Olano, Larrinaga y Compañía, el cual ya había construido con anterioridad varios buques por encargo de los armadores españoles. Cuando fue entregado a la naviera en noviembre de 1873 era el más grande de toda su flota, con 2.555 TRB y 1.650 TRN. No en vano estaba pensado para cubrir la línea más larga, que llegaba hasta las islas Filipinas. Tenía casco de hierro, proa recta, popa de crucero y unas dimensiones principales de 104,98 metros de eslora, 11,81 de manga y 7,87 de puntal. El sistema propulsor, fabricado en el mismo astillero, estaba compuesto por dos calderas de carbón de 70 psi. y una máquina alternativa de doble expansión que desarrollaba 1.500 IHP, pudiendo alcanzar el vapor los 12 nudos de velocidad. Como la mayoría de los buques de su época tenía dos palos, en su caso con aparejo de bergantín. Para la carga disponía de tres bodegas, con un entrepuente en cada una de ellas, y podía alojar algo más de 100 pasajeros en tres clases.
A punto de cerrar página en el calendario, el mayor vapor de la flota de Olano, Larrinaga y Compañía estaba preparado para un nuevo viaje. En los últimos días de diciembre de 1880 partió el LEÓN de Liverpool. Le esperaba un largo viaje hasta Manila, con diferentes escalas en su recorrido. En España tenía previsto recalar en Cádiz y Barcelona. A bordo se encontraban 62 personas entre pasajeros y tripulantes. Al mando iba un veterano capitán, Antonio Arana. Sin novedad había quedado su paso por el Mar Cantábrico y la Costa de la Muerte. La costa portuguesa se divisaba desde hacía tiempo a babor.
Hacía varios días que había zarpado de Palermo el vapor británico HARELDA, cuyo armador era Mr. Gilbert Porteous, de Londres. El destino de su cargamento, compuesto por frutas y carga general, era Londres, y habían hecho una breve escala en Gibraltar. Se trataba de un buque de carga de 1.433 TRB y 920 TRN, construido en 1879. Su máquina tenía 140 NHP. El día 6 de enero navegaba con rumbo Norte por la costa portuguesa. Su tripulación estaba compuesta por 29 hombres.
Sobre las dos de la madrugada del día 2 de enero de 1881, a una distancia entre diez y doce millas WNW de Cabo Roca y con las farolas de la barra de Lisboa a la vista, cuyas luces se distinguían perfectamente, se produjo la colisión entre ambos vapores. A pesar del buen tiempo y de las excelentes condiciones de la mar, la colisión pilló por sorpresa a los tripulantes que montaban guardia en ambos vapores. En el LEÓN las averías se produjeron en la zona de proa mientras el HARELDA, que recibió un tremendo golpe de costado, se hundió en escasos minutos, casi partido en dos. Con él desaparecieron el capitán y ocho hombres más.
La colisión había producido una gran alarma y angustia entre las personas que se encontraban a bordo del LEÓN. En los primeros momentos el vapor español se mantenía a flote e incluso sus tripulantes ayudaron a subir a bordo a los veinte supervivientes del HARELDA. Sin embargo, la inspección que realizaron los oficiales confirmó que las averías en el LEÓN eran tan graves que el capitán tuvo que ordenar el abandono. Se lanzaron al agua cuatro de los seis botes con que contaba. Uno de los botes con 14 españoles y 9 británicos llegó por la noche a una playa de Cascais, en las proximidades de Lisboa. Los supervivientes de otros dos botes -18 en total- fueron rescatados por el vapor británico IRENE MORRIS.
Ya de día, otros veinte hombres se salvaron al ser recogidos por el también vapor británico LIDDESDALE. Estos eran los ocupantes del cuarto bote, el último lanzado al agua, que sufrió daños (y varias personas heridas) con las vergas del vapor español cuando se hundió después de que estallaran sus calderas. En su rescate ayudó la presencia de un remo al que los náufragos le habían atado un pañuelo blanco. Estas veinte personas figuraron como desaparecidas hasta su llegada a Londres, puesto que el LIDDESDALE siguió camino hasta su puerto de destino en lugar de desembarcar a los sufridos náufragos.
El vapor LEÓN no estaba asegurado. Sus propietarios cifraban en cinco millones de reales las pérdidas por el buque, sin incluir la carga y otros efectos. En Lisboa, los cónsules de España e Inglaterra prestaron toda clase de auxilios y atenciones a los náufragos que llegaron a tierras portuguesas. Al final, se dio por desaparecidos a 14 personas del LEÓN, lo que elevaba hasta 23 los desaparecidos en una nueva tragedia marítima.
Mi madre cubana cantaba una lastimosa cancion que comenzaba «en la bahia, de liverpool, leva sus anclas, el vapor Leon…» He tratado de encontrar esta cancion en la red sin resultados…saben de su existencia?