Esta es la historia de dos barcos y dos grandes tragedias. De una época colonial agridulce y de dos unidades que fueron consecuencia de las premuras y circunstancias de la ultima guerra Carlista.
Don Rafael Rodríguez Arias, en aquel año de 1.874, Ministro de Marina de nuestra nación, encargo en los astilleros Forges et Chantiers de la Mediterranee, en sus astilleros de La Seyne, en Toulon, un monitor, el Puigcerda, que ya hemos visto, dos avisos de hélice y diez cañoneros. Posteriormente en 1.875, se añaden dos nuevas unidades, dos avisos de hélice, que son nombrados Jorge Juan y Sánchez Barcaiztegui.
Juan Luis Coello Lillo (Ciudad Real 1958), licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales. Gran apasionado de la Historia naval, ha centrado sus investigaciones en la gestación, desarrollo e historiales de los buques de guerra españoles, desde la introducción en 1834 de la propulsión mecánica hasta nuestros días. Es autor, además de diversos artículos y colaboraciones, de los libros Buques de la Armada Española. La Ayuda americana y el Programa de Modernización (1991) y Buques de la Armada Española. Los años de la Posguerra (1995), así como coautor de Los Portaaviones españoles (1994). También se encargó de la edición en 1997 de la obra del navalista D. José Lledó, Buques de vapor de la Armada Española. Del vapor de ruedas a la fragata acorazada, 1834-1885. Por su parte Agustín R. Rodríguez González (Madrid 1955), Doctor en Historia Contemporánea. Reconocido especialista en la Historia naval española, su principal campo de estudio ha sido el siglo XIX, sobre todo en el periodo de la Restauración y la Guerra del 98. Colaborador de la monumental Historia de España de Menéndez Pidal, ha sido galardonado en varias ocasiones por la Armada Española con sus prestigiosos premios «Virgen del Carmen«. Es autor de cerca de sesenta artículos y diversas comunicaciones académicas, así como de más de una docena de libros, entre ellos Política naval de la Restauración, 1875-1898 (1988), Operaciones de la Guerra de 1898: una revisión crítica (1998), y La Armada Española y la Campaña del Pacífico, 1862-1871. España frente a Chile y Perú (1999), además de biografías del ilustre marino Antonio Barceló y de dos de los precursores del submarino en España, Isaac Peral y Cosme García. Está en posesión de la Cruz del Mérito Naval con distintivo blanco.
Del libro Buques de la Armada Española a Través de la Fotografía. (1.849-1.900), del que ambos son autores, editado por el Ministerio de Defensa. Instituto de Historia y Cultura Naval, ISBN: 84-95088-37-1, y NIPO: 076-01-116-7 transcribiremos la historia y hechos de estos dos hermosos avisos de hélice: La utilidad demostrada por los anteriores avisos de hélice durante la campaña del Norte, llevó a contratar con el mismo Astillero francés la construcción de otros dos buques mayores y mejor armados, que recibirían los nombres de Jorge Juan y Sánchez Barcáiztegui. Las quillas de ambos se colocaron el 23 de noviembre de 1875, siendo botados el 23 de marzo de 1876 y quedando listos para prestar servicio el 12 de julio siguiente; por
aquellos días fue tomada esta bella imagen del Jorge Juan, por su aleta de estribor. Para entonces la contienda carlista había terminado, pero esta pareja de flamantes avisos tenían utilidad como buques coloniales, así que pasaron inmediatamente de estación a las Antillas, donde permanecerían el resto de sus vidas marineras, clasificados primero como buques de 2a clase y luego como cruceros de 3a clase no protegidos, aunque en la práctica no pasaban de ser unos cañoneros de buen tamaño.
En el historial del Jorge Juan es de destacar la persecución del vapor correo Moctezuma, tomado por los insurrectos cubanos, al que consiguió dar caza el 3 de enero de 1878 sobre la costa de Nicaragua, pudiendo capturar en tierra a 20 de los asaltantes, luego de que éstos incendiaran el vapor para evitar su rescate por el buque de guerra español. Tras una intensa vida naval en aguas cubanas, luchando contra la insurrección, el Jorge Juan quedó convertido en junio de 1897 en pontón y almacén de minas, pasando al puerto de Ñipe, donde le sorprendería la guerra contra los EE.UU.; el 21 de julio de 1898 una formación enemiga atacó al veterano pontón y a la lancha cañonera Baracoa que, ante la desproporción de fuerzas, fueron hundidos por sus dotaciones antes que rendirse.
Del mismo libro, y respecto al Sánchez Barcaiztegui, leemos: El Sánchez Barcáiztegni, segundo de los avisos de hélice contratados en Francia en 1875, con sus colores originales, antes de adoptar la pintura blanca habitual en los buques destacados en Ultramar. Al igual que su gemelo Jorge Juan, el Sánchez Barcáiztegni pasó a las Antillas, donde actuaría sin descanso contra los buques «filibusteros» empeñados en el contrabando de armas hacia Cuba, así como en el apoyo a las operaciones del Ejército contra los insurrectos, hasta su desgraciada pérdida en la noche del 18 al 19 de septiembre de 1895, al ser abordado y echado a pique por el correíllo Nuevo Mortera cuando salía de la Habana, tras recibirse información secreta y urgente de hallarse cerca un buque filibustero con armas y voluntarios para los insurrectos.
Entre las 30 víctimas mortales habidas en la dotación del Sánchez Barcáiztegni, debemos destacar las del mismísimo Comandante General del Apostadero, contralmirante D. Manuel Delgado Parejo, y la del comandante del buque, capitán de fragata D. Francisco Ibáñez Valera.
Estupendas y concisas notas sobre la vida y hechos de estos pequeños buques de combate. Como hemos visto, aunque de forma diferente, ambos buques viven dos tragedias, la primera una acción de guerra, o piratería, como quiera llamársele, y la segunda una mas de las muchas tragedias de la mar de aquellos años anteriores a las ayudas electrónicas a la navegación. Para narrar estas aventuras, recurriremos al libro La Marina Cantabra. Desde el Vapor, Vol III, ya muy conocido en esta pagina web, en donde el genial Rafael González Echegaray novela estas tragedias marítimas de esta manera. Primero en referencia al Moctezuma y la acción del Jorge Juan:…En 1876 llegó a Santander procedente de Sunderland el Manuelita y Maria de 1.092 toneladas de registro; de 68,6 metros de eslora y con máquina de vapor de 140 caballos, que se abanderó y matriculó en nuestra ciudad, en donde hizo toda la tripulación. Pero el suceso espectacular de aquel año fue el famoso incidente que concluyó con la trágica pérdida del Moctezuma.
El Moctezuma hacía entonces el servicio de La Habana a Venezuela (La Guayra) y Colombia, con escala en Puerto Plata (Santo Domingo).
Salió a viaje el 24 de noviembre y estando en Puerto Plata, el día 7 de diciembre, embarcaron a eso de las dos de la tarde como pasajeros una partida de veintitrés «insurrectos» cubanos al mando de León Prado y sus lugartenientes Morey y Vélez. Cuando ya en la mar, a las seis de la tarde, estaban cenando en la cámara el pasaje y la oficialidad, irrumpieron los asaltantes revólver en mano, para apoderarse del buque secuestrando al mando del mismo. El golpe era de gran efecto político y estaba perfectamente planeado; el objetivo que además se perseguía era el de disponer de un buque con bandera libre cubana, con que conducir armas a las costas de la isla procedentes de Estados Unidos para ayudar a la insurrección.
Mandaba el barco el capitán santanderino D. Leonardo Cacho, quien sin inmutarse, agarró un candelabro y lo lanzó sobre los atacantes y toda la oficialidad y pasajeros, siguiendo su ejemplo, comenzaron a arrojarles los platos, vasos y cuanto a mano tenían. Los cubanos abrieron fuego y el valiente capitán montañés quedó muerto en el acto, junto con otros dos tripulantes y un pasajero; resultaron heridos el mayordomo, otro tripulante y un pasajero más. Rendido el buque, se dirige bajo las órdenes de Prado a Cabo Haitiano y allí trasbordaron a un barco francés los cadáveres, los setenta pasajeros y la tripulación, con la excepción de mi piloto, el jefe de máquinas y el personal de fogoneros, puesto que sin estos hombres poco podrían hacer con el barco.
Durante más de un mes el Moctezuma, en poder de sus secuestradores, vagabundeó en correrías extrañas y novelescas por todo el Caribe acompañado de un barco peruano, el Amazona, que al mando del capitán Waisman—antiguo capitán del Octavia que había sido capturado con contrabando de armas e indultado por los españoles—, había sido fletado por los dirigentes de la insurrección.
El Moctezuma tocó en Trujillo (Honduras) y en las Islas Turcas, pero el mando naval español en La Habana no dio pie con bola para lograr su captura. El vapor Isabel la Católica fue hasta La Guayra, sin encontrar rastro del fugitivo y el crucero Sánchez Barcaiztegui se llegó hasta el Golfo de Paria con idéntico resultado negativo.
Entretanto el Moctezuma, sigilosamente, había recalado a la ensenada Bragman, en las proximidades del Cabo de Gracias a Dios, en donde tenía concertada una cita con la goleta Dolores Bermudez, fletada con un cargamento de cañones y provisiones que había de trasbordar al barco de Herrera para su introducción a través de las costas cubanas.
Por confidencias se supo en La Habana de la maniobra, y el día 28 de diciembre zarpaba del apostadero el crucero Jorge Juan que se dirigió directamente al Cabo de Gracias a Dios; exploró la zona sin encontrar nada anormal pero, por versiones recogidas en tierra, supo su comandante que el Moctezuma había estado allí, había alijado y vendido parte de su cargamento y había tomado consumo. Continuó el barco de guerra cruzando por aquellos parajes, cuando el día 3 observó que salía una densa columna de humo de la ensenada de Bragman. Se acercó el crucero y cuál no sería su sorpresa al encontrarse al barco de Herrera fondeado cerca de tierra y ardiendo en pompa. Le habían incendiado sus ocupantes quienes, confidencialmente, se habían a su vez enterado de la presencia del barco de guerra y le habían visto voltejear fuera de puntas.
El Jorge Juan arrió sus botes esquifados con fuerza y se llegaron al costado del mercante, que además tenía abiertas las válvulas del fondo y, al parecer, se hundía por instantes. Ya en tierra capturaron trece cubanos en las primeras descubiertas y siete más después. El crucero regresó con los prisioneros a Cienfuegos y el Gobierno de Madrid presentó una enérgica reclamación al de Nicaragua por su comportamiento en el «affaire».
Cuando el Conde de la Mortera se enteró de la noticia del apresamiento del Moctezuma, dicen que contestó: «Antes, mucho antes, cayó el mismísimo Moctezuma en manos de los españoles.»
Al conocer el hallazgo del barco, dispuso la salida del Alicante a Bragman y ordenó embarcar al inspector de su flota D. José Cimiano.
Salió el Alicante de Santiago de Cuba y llegó el 23 de febrero al costado del Moctezuma. Sólo se veía de este buque su amurada de babor vencida y los pescantes de los botes vacíos. El barco había estado ardiendo durante ocho días y realmente se hundió a los catorce, al soplar un viento fuerte del sureste. Todo ese tiempo había permanecido fondeado sobre el ancla de estribor. El Moctezuma se había perdido definitivamente. D. Ramón Herrera ordenó que el Madrid pasara a llamarse Nuevo Moctezuma.
Y también del mismo libro, y sobre la perdida del Sánchez Barcaiztegui, leemos: … Don Ramón, desde la corte, recibía con pena y nostalgia las noticias de Cuba y de sus antiguos barcos, cuando inesperadamente le llegó una que lo anonadó: el trágico accidente del Nuevo Mortera.
El Jefe del Apostadero de La Habana, contralmirante Delgado Parejo, había dictado órdenes muy concretas en relación con la vigilancia de las costas de la isla desde que comenzara el alzamiento. Para comprobar el cumplimiento de estas medidas, decidió hacer una visita de inspección personal, a bordo del crucero Sánchez Barcaiztegui. Embarcó pues en este buque con sus dos ayudantes y a las once de la noche del 18 de septiembre, zarpó de La Habana con rumbo a Cayo Hueso para carbonear. Nada más hallarse el buque en franquía y fuera de puntas, sufrió al parecer el crucero un apagón repentino de la luz eléctrica por rotura de las correas de la dinamo, quedándose por tanto sin las de situación en el preciso instante en que abocaba al Morro el Nuevo Mortera, que venía de Nuevitas a La Habana. El Mortera, al mando del capitán Vínolas, chocó contra el crucero por su costado de estribor y lo echó a pique en unos minutos. Ambos buques arriaron los botes, pero no pudo evitarse que perecieran 36 hombres del crucero que fueron destrozados por los tiburones, entre ellos el Almirante Delgado Parejo y el comandante del crucero Sr. Ibáñez, cuyo cadáver apareció sin brazos ni cabeza. Los demás fueron recogidos por el propio Mortera y por la vapora Intrépida, que salió del puerto en auxilio de los náufragos, parte de los cuales estaban aferrados a la jarcia del crucero cuya arboladura emergía del agua.
La impresión que causó en aquellos difíciles momentos la pérdida de este barco de guerra fue desoladora, porque además, pocos días después -el 1.° de octubre- se perdía también el crucero Colon, dependiente de aquel mismo Apostadero, en el Bajo de Los Colorados y estaba todavía reciente la gran tragedia de la desaparición del Reina Regente el año anterior en el Estrecho. La casa Sobrinos de Herrera abrió una suscripción para los familiares de las víctimas del Sánchez Barcaiztegui con cinco mil pesetas…
Y esta es la historia de dos buques y las tragedias que vivieron narradas y extraídas desde dos libros que no pueden faltar en nuestras bibliotecas.
Foto 1. El Sánchez Barcaiztegui. Foto del libro Buques de la Armada Española a Través de la Fotografía. (1.849-1.900).
Foto 2. El aviso de helice Jorge Juan, astillero de La Seyne. Tolon. A. Terris. 1.875. Colección Fernández Duro. Tomo IV, 19. Del libro Hombres y Barcos. La Fotografía de la Marina Española en el Museo Naval. 1.850-1.935.
Foto 3. Estupenda foto de los Astilleros Forges et Chantiers de la Mediterranee. Vista de los Astilleros de La Seyne. De la revista El Mundo Naval Ilustrado. Año 1.898.
Foto 4. El aviso de hélice Sánchez Barcaiztegui, astilleros de La Seyne. Tolon. A. Terris, 1.876. Colección Fernández Duro. Tomo VI, 20. Del libro Hombres y Barcos. La Fotografía de la Marina Española en el Museo Naval. 1.850-1.935.
Foto 5. Incendio en el Moctezuma. De un grabado de La Ilustración Española y Americana.
Foto 6. Crucero Sánchez Barcaiztegui. Del libro La Marina Cantabra. Desde el Vapor. Vol. III. A su vez reproducción de un grabado de La Ilustración Española y Americana.
Don Rafael Rodríguez Arias, en aquel año de 1.874, Ministro de Marina de nuestra nación, encargo en los astilleros Forges et Chantiers de la Mediterranee, en sus astilleros de La Seyne, en Toulon, un monitor, el Puigcerda, que ya hemos visto, dos avisos de hélice y diez cañoneros. Posteriormente en 1.875, se añaden dos nuevas unidades, dos avisos de hélice, que son nombrados Jorge Juan y Sánchez Barcaiztegui.

Juan Luis Coello Lillo (Ciudad Real 1958), licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales. Gran apasionado de la Historia naval, ha centrado sus investigaciones en la gestación, desarrollo e historiales de los buques de guerra españoles, desde la introducción en 1834 de la propulsión mecánica hasta nuestros días. Es autor, además de diversos artículos y colaboraciones, de los libros Buques de la Armada Española. La Ayuda americana y el Programa de Modernización (1991) y Buques de la Armada Española. Los años de la Posguerra (1995), así como coautor de Los Portaaviones españoles (1994). También se encargó de la edición en 1997 de la obra del navalista D. José Lledó, Buques de vapor de la Armada Española. Del vapor de ruedas a la fragata acorazada, 1834-1885. Por su parte Agustín R. Rodríguez González (Madrid 1955), Doctor en Historia Contemporánea. Reconocido especialista en la Historia naval española, su principal campo de estudio ha sido el siglo XIX, sobre todo en el periodo de la Restauración y la Guerra del 98. Colaborador de la monumental Historia de España de Menéndez Pidal, ha sido galardonado en varias ocasiones por la Armada Española con sus prestigiosos premios «Virgen del Carmen«. Es autor de cerca de sesenta artículos y diversas comunicaciones académicas, así como de más de una docena de libros, entre ellos Política naval de la Restauración, 1875-1898 (1988), Operaciones de la Guerra de 1898: una revisión crítica (1998), y La Armada Española y la Campaña del Pacífico, 1862-1871. España frente a Chile y Perú (1999), además de biografías del ilustre marino Antonio Barceló y de dos de los precursores del submarino en España, Isaac Peral y Cosme García. Está en posesión de la Cruz del Mérito Naval con distintivo blanco.
Del libro Buques de la Armada Española a Través de la Fotografía. (1.849-1.900), del que ambos son autores, editado por el Ministerio de Defensa. Instituto de Historia y Cultura Naval, ISBN: 84-95088-37-1, y NIPO: 076-01-116-7 transcribiremos la historia y hechos de estos dos hermosos avisos de hélice: La utilidad demostrada por los anteriores avisos de hélice durante la campaña del Norte, llevó a contratar con el mismo Astillero francés la construcción de otros dos buques mayores y mejor armados, que recibirían los nombres de Jorge Juan y Sánchez Barcáiztegui. Las quillas de ambos se colocaron el 23 de noviembre de 1875, siendo botados el 23 de marzo de 1876 y quedando listos para prestar servicio el 12 de julio siguiente; por

En el historial del Jorge Juan es de destacar la persecución del vapor correo Moctezuma, tomado por los insurrectos cubanos, al que consiguió dar caza el 3 de enero de 1878 sobre la costa de Nicaragua, pudiendo capturar en tierra a 20 de los asaltantes, luego de que éstos incendiaran el vapor para evitar su rescate por el buque de guerra español. Tras una intensa vida naval en aguas cubanas, luchando contra la insurrección, el Jorge Juan quedó convertido en junio de 1897 en pontón y almacén de minas, pasando al puerto de Ñipe, donde le sorprendería la guerra contra los EE.UU.; el 21 de julio de 1898 una formación enemiga atacó al veterano pontón y a la lancha cañonera Baracoa que, ante la desproporción de fuerzas, fueron hundidos por sus dotaciones antes que rendirse.
Del mismo libro, y respecto al Sánchez Barcaiztegui, leemos: El Sánchez Barcáiztegni, segundo de los avisos de hélice contratados en Francia en 1875, con sus colores originales, antes de adoptar la pintura blanca habitual en los buques destacados en Ultramar. Al igual que su gemelo Jorge Juan, el Sánchez Barcáiztegni pasó a las Antillas, donde actuaría sin descanso contra los buques «filibusteros» empeñados en el contrabando de armas hacia Cuba, así como en el apoyo a las operaciones del Ejército contra los insurrectos, hasta su desgraciada pérdida en la noche del 18 al 19 de septiembre de 1895, al ser abordado y echado a pique por el correíllo Nuevo Mortera cuando salía de la Habana, tras recibirse información secreta y urgente de hallarse cerca un buque filibustero con armas y voluntarios para los insurrectos.
Entre las 30 víctimas mortales habidas en la dotación del Sánchez Barcáiztegni, debemos destacar las del mismísimo Comandante General del Apostadero, contralmirante D. Manuel Delgado Parejo, y la del comandante del buque, capitán de fragata D. Francisco Ibáñez Valera.

Estupendas y concisas notas sobre la vida y hechos de estos pequeños buques de combate. Como hemos visto, aunque de forma diferente, ambos buques viven dos tragedias, la primera una acción de guerra, o piratería, como quiera llamársele, y la segunda una mas de las muchas tragedias de la mar de aquellos años anteriores a las ayudas electrónicas a la navegación. Para narrar estas aventuras, recurriremos al libro La Marina Cantabra. Desde el Vapor, Vol III, ya muy conocido en esta pagina web, en donde el genial Rafael González Echegaray novela estas tragedias marítimas de esta manera. Primero en referencia al Moctezuma y la acción del Jorge Juan:…En 1876 llegó a Santander procedente de Sunderland el Manuelita y Maria de 1.092 toneladas de registro; de 68,6 metros de eslora y con máquina de vapor de 140 caballos, que se abanderó y matriculó en nuestra ciudad, en donde hizo toda la tripulación. Pero el suceso espectacular de aquel año fue el famoso incidente que concluyó con la trágica pérdida del Moctezuma.
El Moctezuma hacía entonces el servicio de La Habana a Venezuela (La Guayra) y Colombia, con escala en Puerto Plata (Santo Domingo).
Salió a viaje el 24 de noviembre y estando en Puerto Plata, el día 7 de diciembre, embarcaron a eso de las dos de la tarde como pasajeros una partida de veintitrés «insurrectos» cubanos al mando de León Prado y sus lugartenientes Morey y Vélez. Cuando ya en la mar, a las seis de la tarde, estaban cenando en la cámara el pasaje y la oficialidad, irrumpieron los asaltantes revólver en mano, para apoderarse del buque secuestrando al mando del mismo. El golpe era de gran efecto político y estaba perfectamente planeado; el objetivo que además se perseguía era el de disponer de un buque con bandera libre cubana, con que conducir armas a las costas de la isla procedentes de Estados Unidos para ayudar a la insurrección.

Mandaba el barco el capitán santanderino D. Leonardo Cacho, quien sin inmutarse, agarró un candelabro y lo lanzó sobre los atacantes y toda la oficialidad y pasajeros, siguiendo su ejemplo, comenzaron a arrojarles los platos, vasos y cuanto a mano tenían. Los cubanos abrieron fuego y el valiente capitán montañés quedó muerto en el acto, junto con otros dos tripulantes y un pasajero; resultaron heridos el mayordomo, otro tripulante y un pasajero más. Rendido el buque, se dirige bajo las órdenes de Prado a Cabo Haitiano y allí trasbordaron a un barco francés los cadáveres, los setenta pasajeros y la tripulación, con la excepción de mi piloto, el jefe de máquinas y el personal de fogoneros, puesto que sin estos hombres poco podrían hacer con el barco.
Durante más de un mes el Moctezuma, en poder de sus secuestradores, vagabundeó en correrías extrañas y novelescas por todo el Caribe acompañado de un barco peruano, el Amazona, que al mando del capitán Waisman—antiguo capitán del Octavia que había sido capturado con contrabando de armas e indultado por los españoles—, había sido fletado por los dirigentes de la insurrección.
El Moctezuma tocó en Trujillo (Honduras) y en las Islas Turcas, pero el mando naval español en La Habana no dio pie con bola para lograr su captura. El vapor Isabel la Católica fue hasta La Guayra, sin encontrar rastro del fugitivo y el crucero Sánchez Barcaiztegui se llegó hasta el Golfo de Paria con idéntico resultado negativo.
Entretanto el Moctezuma, sigilosamente, había recalado a la ensenada Bragman, en las proximidades del Cabo de Gracias a Dios, en donde tenía concertada una cita con la goleta Dolores Bermudez, fletada con un cargamento de cañones y provisiones que había de trasbordar al barco de Herrera para su introducción a través de las costas cubanas.
Por confidencias se supo en La Habana de la maniobra, y el día 28 de diciembre zarpaba del apostadero el crucero Jorge Juan que se dirigió directamente al Cabo de Gracias a Dios; exploró la zona sin encontrar nada anormal pero, por versiones recogidas en tierra, supo su comandante que el Moctezuma había estado allí, había alijado y vendido parte de su cargamento y había tomado consumo. Continuó el barco de guerra cruzando por aquellos parajes, cuando el día 3 observó que salía una densa columna de humo de la ensenada de Bragman. Se acercó el crucero y cuál no sería su sorpresa al encontrarse al barco de Herrera fondeado cerca de tierra y ardiendo en pompa. Le habían incendiado sus ocupantes quienes, confidencialmente, se habían a su vez enterado de la presencia del barco de guerra y le habían visto voltejear fuera de puntas.
El Jorge Juan arrió sus botes esquifados con fuerza y se llegaron al costado del mercante, que además tenía abiertas las válvulas del fondo y, al parecer, se hundía por instantes. Ya en tierra capturaron trece cubanos en las primeras descubiertas y siete más después. El crucero regresó con los prisioneros a Cienfuegos y el Gobierno de Madrid presentó una enérgica reclamación al de Nicaragua por su comportamiento en el «affaire».
Cuando el Conde de la Mortera se enteró de la noticia del apresamiento del Moctezuma, dicen que contestó: «Antes, mucho antes, cayó el mismísimo Moctezuma en manos de los españoles.»
Al conocer el hallazgo del barco, dispuso la salida del Alicante a Bragman y ordenó embarcar al inspector de su flota D. José Cimiano.
Salió el Alicante de Santiago de Cuba y llegó el 23 de febrero al costado del Moctezuma. Sólo se veía de este buque su amurada de babor vencida y los pescantes de los botes vacíos. El barco había estado ardiendo durante ocho días y realmente se hundió a los catorce, al soplar un viento fuerte del sureste. Todo ese tiempo había permanecido fondeado sobre el ancla de estribor. El Moctezuma se había perdido definitivamente. D. Ramón Herrera ordenó que el Madrid pasara a llamarse Nuevo Moctezuma.
Y también del mismo libro, y sobre la perdida del Sánchez Barcaiztegui, leemos: … Don Ramón, desde la corte, recibía con pena y nostalgia las noticias de Cuba y de sus antiguos barcos, cuando inesperadamente le llegó una que lo anonadó: el trágico accidente del Nuevo Mortera.
El Jefe del Apostadero de La Habana, contralmirante Delgado Parejo, había dictado órdenes muy concretas en relación con la vigilancia de las costas de la isla desde que comenzara el alzamiento. Para comprobar el cumplimiento de estas medidas, decidió hacer una visita de inspección personal, a bordo del crucero Sánchez Barcaiztegui. Embarcó pues en este buque con sus dos ayudantes y a las once de la noche del 18 de septiembre, zarpó de La Habana con rumbo a Cayo Hueso para carbonear. Nada más hallarse el buque en franquía y fuera de puntas, sufrió al parecer el crucero un apagón repentino de la luz eléctrica por rotura de las correas de la dinamo, quedándose por tanto sin las de situación en el preciso instante en que abocaba al Morro el Nuevo Mortera, que venía de Nuevitas a La Habana. El Mortera, al mando del capitán Vínolas, chocó contra el crucero por su costado de estribor y lo echó a pique en unos minutos. Ambos buques arriaron los botes, pero no pudo evitarse que perecieran 36 hombres del crucero que fueron destrozados por los tiburones, entre ellos el Almirante Delgado Parejo y el comandante del crucero Sr. Ibáñez, cuyo cadáver apareció sin brazos ni cabeza. Los demás fueron recogidos por el propio Mortera y por la vapora Intrépida, que salió del puerto en auxilio de los náufragos, parte de los cuales estaban aferrados a la jarcia del crucero cuya arboladura emergía del agua.

La impresión que causó en aquellos difíciles momentos la pérdida de este barco de guerra fue desoladora, porque además, pocos días después -el 1.° de octubre- se perdía también el crucero Colon, dependiente de aquel mismo Apostadero, en el Bajo de Los Colorados y estaba todavía reciente la gran tragedia de la desaparición del Reina Regente el año anterior en el Estrecho. La casa Sobrinos de Herrera abrió una suscripción para los familiares de las víctimas del Sánchez Barcaiztegui con cinco mil pesetas…
Y esta es la historia de dos buques y las tragedias que vivieron narradas y extraídas desde dos libros que no pueden faltar en nuestras bibliotecas.
Foto 1. El Sánchez Barcaiztegui. Foto del libro Buques de la Armada Española a Través de la Fotografía. (1.849-1.900).
Foto 2. El aviso de helice Jorge Juan, astillero de La Seyne. Tolon. A. Terris. 1.875. Colección Fernández Duro. Tomo IV, 19. Del libro Hombres y Barcos. La Fotografía de la Marina Española en el Museo Naval. 1.850-1.935.
Foto 3. Estupenda foto de los Astilleros Forges et Chantiers de la Mediterranee. Vista de los Astilleros de La Seyne. De la revista El Mundo Naval Ilustrado. Año 1.898.
Foto 4. El aviso de hélice Sánchez Barcaiztegui, astilleros de La Seyne. Tolon. A. Terris, 1.876. Colección Fernández Duro. Tomo VI, 20. Del libro Hombres y Barcos. La Fotografía de la Marina Española en el Museo Naval. 1.850-1.935.
Foto 5. Incendio en el Moctezuma. De un grabado de La Ilustración Española y Americana.
Foto 6. Crucero Sánchez Barcaiztegui. Del libro La Marina Cantabra. Desde el Vapor. Vol. III. A su vez reproducción de un grabado de La Ilustración Española y Americana.
En el enlace anterior de la biblioteca digital de Harvard, http://pds.lib.harvard.edu/pds/view/2580625?n=4&printThumbnails=no
además del Cristóbal Colón, se narra el abordaje entre el Sánchez Barcáiztegui y el Mortera.
Dos años después se publicó el alegato del abogado del, capitán del Mortera, Viñolas:
http://pds.lib.harvard.edu/pds/view/2576600?n=1
Un saludo
Vicente: Mil gracias por tus extraordinarias aportaciones al tema naval. Es un trabajo magnifico y digo de figurar entre los mejores del tema. Manolo García
Espectacular trabajo de investigación, los felicito son de mucha ayuda.
Estimado Sr.
Muchas gracias por sus amables palabras
Vicente
Srs.
estoy escribiendo una biografía de mi bisabuelo que estuvo en la guerra de cuba y necesitaría una imagen del vapor Manuelita y María, así como informacion sobre dicho buque
Muy agradecido por la ayuda que puedan darme y un saludo cordial