PLAYA BLANCA, ARNALDO OLIVER Y SAN SALVADOR

ENTRE MARINERS, NO ES PAGEN NÓLITS

Los que conozcan los libros de Juan Llabrés Bernal coincidirán conmigo que, aparte de interesantísimos, son, cuando menos, originales. Muchos de ellos son pequeños cuadernos llenos de recortes de apuntes de la vida marítima balear, que, recolectados de antiquísimos diarios, tienen un valor documental inestimable. También se pueden disfrutar sus doctas colaboraciones en la Revista General de Marina. Un gran historiador indudablemente.
Efemérides Marítimas de Ciudadela en los Siglos XVIII y XIX, perteneciente a la serie Monografías Menorquinas, separata del diario El Iris y fue editado por José Alles Quintana. Con el Numero 40 se publicó en Ciudadela en 1.958. Una pequeña joya que nos desvela, aparte de otras curiosidades, la vida y hechos del pailebote de la matrícula de Ciudadela, PLAYA BLANCA, ex ARNALDO OLIVER y ex SAN SALVADOR.
Sus características técnicas como ARNALDO OLIVER las extraemos de la Lista Oficial de Buques: Año de 1.935 y son:
…”Señal distintiva: EEAL; casco de madera; año de construcción: 1.860; eslora: 23,37 metros; manga: 6,36; puntal: 2,34; calado: 2; registro bruto: 67,66 toneladas; registro neto: 49,29 toneladas; carga máxima: 115; desplazamiento: 191 toneladas; 1 motor con una potencia de 45-55 caballos; velocidad: 6 nudos; combustible: 2 toneladas para un consumo diario de 0,36; capacidad de lastre, 30 toneladas”…

El ARNALDO OLIVER en Ciutadella. Fecha indeterminada. De la web Menorca Imatges den Primer.jpg
El ARNALDO OLIVER en Ciutadella. Fecha indeterminada. De la web Menorca Imatges den Primer.jpg

Veamos ahora su historia según el libro referenciado:
…”Compraron en 1897 D. Andrés y D. Miguel Triay Maurant, D. Rafael Carretero Fedelich y D. Antonio Nieto González, el pailebot SAN SALVADOR, de la matrícula de Andraiíx, que mandaba el patrón ciudadelano Agustín Rotger Moll. Había sido construido en Palma por Antonio Estada en 1860 y desplazaba 46 toneladas. Pasó al fol. 14 Lista 1a. En 1910 se le habilitó un vivero en Palma por el maestro Sebastián Llompart Mateu. Adquirido en 1917 por D. Jaime Oliver Moner, de Alcudia, pasó a dicha matrícula y se llamó ARNALDO OLIVER. En 1932 volvió a la de Ciudadela por compra de D. Juan Arguimbau Ferrer y otros. Actualmente navega con el nombre de PLAYA BLANCA (fol. 7 Lista 2a), carga 115 toneladas como máximo y va provisto de motor auxiliar”…
José Huertas Morión, en su libro Los Motoveleros. El Final de una Época, narra una curiosísima historia sobre el ARNALDO OLIVER, su armador y su patrón; la transcribimos:
…”Este señor Oliver había tenido una pequeña flota de veleros que hacían el cabotaje entre el litoral de la Península y las islas Baleares, y para mí, fue el primer armador que le puso motor auxiliar a sus barcos allá por los años de la pera cuando empezaron a salir los motores marinos, y que poco después sería seguido en tal menester por el señor D. Damián Ramis, el iniciador en compañía del señor Sala de la famosa compañía de moto-veleros que fue la Naviera Mallorquina. Pero como iba diciendo, el señor Oliver, que poseía entre otros barcos los nombrados «PUERTO DE ALCUDIA», «PEDRO OLIVER», «ARNALDO OLIVER» y «P. y C. I», les puso motor auxiliar, y como era cosa nueva en aquellos tiempos, el hombre se creyó que ya poseía unos transatlánticos y los puso en línea entre los puertos de Barcelona y Palma, con llegadas y salidas a fechas fijas y con carga general.
Como la mayoría de los armadores que ya más tarde poseyeron moto-veleros, se creían que una vez los barcos con propulsión mecánica, para estos ya no existían ni calmas ni malos tiempos que los detuvieran, y contaban las millas y las horas, como si los barcos en vez de ir por la mar fueran por la carretera, y me explicaba sonriente el viejo Oliver:
«Le voy a contar a Ud. lo que me ocurrió una vez con el patrón que mandaba el «ARNALDO OLIVER» y que era un hombre muy serio, muy buen marino y que no hablaba nunca, pues las palabras había que sacárselas con sacacorcho».
«Daba la casualidad de que yo me encontraba en Barcelona a donde había ido por asuntos de negocios, y me fui al muelle a ver terminar de cargar el barco que estaba metiendo carga general para Palma».
«Eran mediadas horas de la tarde, y el barco estaba terminando de meter la carga para quedar listo para salir a viaje, pues debido a que el buque debía de hallarse a fecha fija en Palma, la costumbre era de que con la última caja, se cerraran las escotillas y se hiciera inmediatamente a la mar».
«En que mala hora» -continuaba contándome el señor Oliver- «se me ocurrió preguntarle al patrón, que a qué hora pensaba salir».
«A ninguna» me respondió éste- «no pienso salir».
«Me quedé mirándole con la boca abierta como si no hubiera entendido lo que me había dicho, pues no entendía a qué se debía el que con el barco cargado y listo no quisiera salir; el tiempo era bueno, claro, despejado y calma, barco listo y con la documentación a bordo, y sin embargo, el patrón con su laconismo acostumbrado, me decía en pocas palabras que no pensaba salir a la mar a viaje».
«Patrón, el tiempo es bueno ¿por qué no sale? «No salgo» respondía y no decía más.
«La gente que se encontraban en el muelle, no decían nada, y se miraban unos a otros viendo la discusión entre armador y patrón, esperando a ver en qué quedaba aquello, y quien ganaba».
«Patrón, no será por causa del tiempo el que no salga a viaje, pues el estado de éste, no puede ser mejor» -decía el armador.
«El patrón se quedó silencioso mirando al dueño del barco, y después de pensarlo, sólo dijo una frase, que fue la siguiente».
«Si se viene Ud. con nosotros a viaje, salgo inmediatamente». «Eso está hecho» -dijo el armador rápidamente- «espere media hora que voy corriendo al hotel por la maleta, y vengo para salir con ustedes», y cogiendo un coche, se fue volando a por la maleta, y al rato ya estaba de vuelta, y embarcando a bordo, y dirigiéndose al patrón, le dijo: «Andando, cuando quiera ya nos podemor ir».
Con el motor en marcha, el barco soltó amarras y salió para fuera del puerto, y una vez libre de puntas, puso proa a la isla de Mallorca, navegando sin novedad.
«Cuando ya llevábamos como unas dos horas navegando» -continuaba contándome el viejo Oliver- «y ya empezaba a declinar el día y aproximarse la noche, el cielo empezó a cubrirse, el viento de Levante a refrescar y la marejada a picarse, y conforme pasaban las horas aquello iba en aumento, el viento se iba haciendo duro y las olas aumentando de tamaño, mientras el cielo empezó a soltar agua como si estuviera diluviando».
«Patrón» -le dije- «esto se está poniendo muy feo y deberíamos de volvernos a Barcelona».
«El patrón me miró, y me dijo:» «Ahora ya es imposible la vuelta, ahora no podemos volver en contra del tiempo y no nos queda más remedio que tragarnos todo lo que venga y correr hacia abajo empujado por el temporal que nos ha cogido».
«Nos había cogido el toro, pero es que el muy canalla del patrón no me dijo una cosa que él sabía y que se la calló, y era que el barómetro estaba bajísimo y no paraba de bajar, y había consentido meterse en el mar a sabiendas de lo que le iba a pasar, no sé con qué idea».
«Y allá iba el barco en popa, con sólo una vela a proa y el motor a media marcha huyéndole a las olas que rompiendo nos cogían por la popa, y fíl en fil aquello ya no era navegar sino huir desesperadamente como alma que lleva el diablo y esperando que una ola nos sepultara».
«Pasé la noche más trágica de mi vida, y que jamás he podido olvidar; las velas se las llevó el viento convertidas en girones, abajo en el motor, el volante a un bandazo había volteado al motorista lanzándolo contra un mamparo partiéndole un brazo, por lo que yo personalmente me tuve que hacer cargo del motor, mientras los marineros cogidos a las bombas no paraban de achicar el agua que nos entraba a bordo por todos lados y que nos iban a tirar a pique si dejábamos de darles a las manchas; y allí estaba yo abajo en la máquina, chorreando agua, lleno de grasa y de aceite, aguantándome como podía para no caer a un bandazo encima del motor y me pasara igual que al motorista, muerto de miedo y de frío, esperando mi última hora para mí y para todos los que íbamos en aquel ataúd flotante, oyendo el ulular del viento huracanado, el ruido de las olas que rompían sobre la cubierta, y el estrépito del pobre motor que me parecía un milagro el que funcionara, y los quejidos y lamentos del herido que rodaba de un lado a otro según los violentos movimientos del barco, y al mismo tiempo pensando cuánto tiempo resistirían los hombres que estaban en las bombas, y cuándo llegaría el momento en que rendidos las abandonarían y se dejarían caer esperando la muerte, o bien la mar se los llevaría sacándolos de a bordo, y a todo esto el patrón silencioso y sin decir nada, cogido a la rueda del timón conducía a aquél destrozado barco en medio de la tempestad hacia donde la mar o el destino quisiera llevarlo si antes no se nos cruzaba por delante algo que frenara nuestra marcha y nos mandara al fondo del mar».
«Ya ve Ud.» -me decía el señor Oliver-. «Los años que han pasado desde entonces, y aún me acuerdo de aquella horrorosa e inolvidable travesía que no se la deseo ni a mi mayor enemigo».
«¿Y cómo terminó aquello, señor Oliver? -le pregunté yo interesándome en la aventura marítima que le habían hecho vivir.
«Menos mal que terminó bien» -respondió el viejo armador- «pues durante el nuevo día, el tiempo fue a menos y ya nos encontrábamos a la altura de la isla de Ibiza, por lo que pudimos gobernar y coger algún resguardo del tiempo sobre la isla, y respirar un poco» -continuó él- «pero ahora verá Ud. la clase de hombre que tenía yo la suerte de tener en mi barco de patrón, pues cuando pudimos serenarnos un poco, destrozados y rendidos de la espantosa corrida que habíamos tenido, en la boca de la escotilla, habían unas cajas de bebidas que por cierto era una carga propiedad de un gran amigo mío, y pensé que para recuperar ánimos no nos vendrían mal unos traguitos que animara a la rendida tripulación, por lo que le dije al contramaestre que abriera la escotilla y que sacara unas botellas para que los hombres bebieran y se animara un poco el estado de ellos, cosa que el contramaestre empezó a hacer, pero que no pudo terminar, pues el patrón que estaba a popa y vio la maniobra, se acercó y le preguntó al contramaestre, que quién le había dado orden de abrir la bodega».
«El armador» -respondió el contramaestre.
«Aquí no hay más armador que yo» -dijo el patrón- «y sin mi permiso no se abre la bodega, así es, que haga el favor de cerrarla».
«Oiga patrón» -dijo el armador- «he sido yo el que le ha dicho que saque unas botellas de unas cajas de bebidas que pertenecen a un amigo mío y que no dirá nada de lo que pueda faltar, y que son para que los hombres se recuperen de las fuerzas y de lo mucho que han padecido».
«Usted aquí» -dijo el mandamás- «sólo es un pasajero que viene con permiso mío a bordo, y de la carga el que responde soy yo, que no conozco a nadie. Así es que el que tenga sed, que beba agua».
«Para qué contarle a Ud. amigo mío» -continuaba el señor Oliver– «como Dios nos dio a entender, pudimos llegar a Palma, y cuando cogí el muelle, salí disparado hacia mi casa, y creo que el temblor que llevaba encima me duró lo menos un año, el mismo que estuve sin arrimarme al muelle ni asomarme a ver un barco».
«A partir de aquel día, jamás le volví a preguntar a ningún patrón el por qué no salía a viaje, sino que al revés, a todos les decía que salieran cuando quisieran y lo creyeran conveniente y que no tuvieran prisa y que antes de salir, se aseguraran bien de que el viaje fuera un viaje feliz»”…
Desafortunadamente Huertas Morión no da el nombre del patrón que dio tan sana lección a aquel buen armador.
Juan B. Robert, en el diario La Vanguardia, edición del viernes, 1 de julio de 1960, en su página 7, citaba lo siguiente:
…”Un Benemérito Veterano de la Navegación. El Velero «PLAYA BLANCA», Centenario.
El honorable pequeño grupo de barcos de vela de edad centenaria construidos en las famosas maestranzas de los carpinteros de ribera ochocentistas de nuestro litoral mediterráneo, ha sumado el año actual otra unidad, el pailebot «PLAYA BLANCA» que ha cumplido un siglo de vida en la mar desde que fue botado al agua en Palma de Mallorca el año 1860. De reciente ha visitado el puerto de Barcelona, frecuente escala de sus travesías de cabotaje.
Las características principales del «PLAYA BLANCA» son 68 toneladas de arqueo bruto y 115 de capacidad de carga, dimensiones de 23,37 metros de eslora por 6,36 de manga y 2,34 de puntal, aparejo de pailebot con dos palos y motor auxiliar. Se trata de un modesto peón del tráfico marítimo que en estos últimos tiempos verifica entre las islas Baleares y la costa peninsular, pero con la honrosa aureola de su pervivencia secular lograda merced a las excedencias del trabajo de nuestros acreditados «mestres d’aixa», tan escrupulosos en la elección de buenos materiales para su industria y en la perfección de la mano de obra. Porque este «PLAYA BLANCA» no es un caso único y aun le superan un poco en edad otros veleros de su época y procedencia, también asiduos concurrentes al puerto barcelonés y los demás de Cataluña: el «BAUTISTA PLA«, que ha ostentado sucesivamente los nombres de «MARIA«, «ISABEL«, «PRECIOSA» y “SEBASTIAN PUJOL«, y el «HERNAN CORTES«, ex «CONCHA«, ex «ANGELA«, construidos ambos en Blanes los años 1849 y 1855; el «ISLA EBUSITANA«, que primero se llamó «LA PRECIOSISIMA SANGRE DE JESUCRISTO» y después «SAN JOSE» y «PEDRO COMPTE«, construido en Palma, talleres de José Coll, el año 1856, y el «CIUDAD DE INCA«, ex «PEPITA» y «MARIA ASUMPTA«, construido en Badalona dos años después. Total, más de medio milenio, 522 años, repartidos entre cinco barcos, de los cuales el mayor, «HERNAN CORTES«, arquea 147 toneladas y 56 el menor, “ISLA EBUSITANA«.
Hace un par de meses, la pequeña mesnada de veleros centenarios sufrió una baja por el naufragio del «JUANITA«, de 110 toneladas, en aguas de Villa Cisneros, por fortuna sin víctimas. Era propiedad de armadores canarios y mallorquín de nacimiento, construido en 1857. Aunque el tránsito de los años acabe por relegar estos valientes veleros a la más humilde categoría de «caboteros», en sus tiempos juveniles, cuando no se disponía de la ayuda de los modernos motores que regularizan las singladuras, también se arriesgaban a navegaciones de altura transatlántica. Del «JUANITA» sabemos de un viaje Tenerife-Guayana Británica en 1906 al mando del patrón García Talavera. Valiosa e interesante documentación para los amantes de las cosas del mar serían los diarios de a bordo, si es que se escribieran con regularidad, de semejantes navegaciones. Resulta difícil la búsqueda y hallazgo de datos que nos aclaren la oscura vida brava y vicisitudes de tales naves.

El pailebot PLAYA BLANCA. Efemerides Maritimas de Ciudadela en los Siglos XVIII y XIX.JPG
El pailebot PLAYA BLANCA. Efemerides Maritimas de Ciudadela en los Siglos XVIII y XIX.JPG

Del «novel» centenario «PLAYA BLANCA«, las curiosas «Efemérides marítimas de Ciudadela en los siglos XVIII y XIX«, recopiladas por Juan Llabrés, cuentan que lo construyó en Palma Antonio Estrada en 1860, imponiéndole el nombre de «SAN SALVADOR» en la inscripción de Andraitx; en 1897 lo compraron cuatro vecinos de Ciudadela; en 1910 pasó a la matrícula de Alcudia con el nombre de «ARNALDO OLIVER«; transitoriamente lo habilitaron de vivero, y en 1932 lo adquirió la «Naviera Ciudadelana, S. A.», a la que aún pertenece bajo su tercer nombre de «PLAYA BLANCA«, empresa armadora menorquina que posee otro velero, el «PLAYA SANTANDRIA«, ex «SAN ANTONIO«, de 81 toneladas, construido en Palma en 1863, al que, por lo tanto, le faltan tres años para ser centenario”…
Francisco Arguimbau creo una importante consignataria de buques en Barcelona, y al fallecer sus hijos Hilario y Lorenzo fundaron Hijos de Francisco Arguimbau, con escritorio, como muchos consignatarios de la Ciudad Condal, en el Paseo Colón. El tráfico en que eran especialistas era entre Barcelona y las Baleares, Norte de África y Canarias, y en 1945 dan a luz a la Naviera Ciudadelana S.A. (NACSA) que al principio dispuso de una flota de siete motoveleros, algunos de ellos casi centenarios.
El ARNALDO OLIVER acabo sus días en esta compañía, como PLAYA BLANCA, junto al PLAYA SANTANDRIA, centenario a su vez, el casi centenario PLAYA MACARELLA, y los PLAYA GRANDE; PLAYA PEQUEÑA; PLAYA ALCAUFAR y PLAYA PREGONDA. Más tarde vendrían las motonaves PLAYA REAL, PLAYA DORADA y PLAYA ROQUETA.
Sobre la Naviera Ciudadelana S.A., fundada en 1945, Juan B. Robert cita en La Vanguardia, en su edición del martes 9 de julio de 1963, en su página 23, lo siguiente:
…”Es curioso mencionar que esta empresa se constituyó hace unos veinte años con el exiguo capital inicial de 45.000 pesetas, aumentado hasta dos millones posteriormente, siguiendo nuevas ampliaciones para acrecentar la flota de la compañía, en la que figura otro velero centenario, pailebot «PLAYA BLANCA», ex «ARNALDO OLIVER», ex «SAN SALVADOR» construido en Palma en la maestranza de Antonio Estrada el año 1860, que también tuvo su época de vivero y pasó por las inscripciones dé matrícula de Andraix, Alcudia y Ciudadela por mano de diversos armadores. Es otro de los visitantes asiduos del puerto de Barcelona en sus constantes travesías de cabotaje por esta zona mediterránea, ruta que asimismo es habitual de sus coetáneos. Con frecuencia se da el caso de ver reunidos un par o tres de ellos aquí, en Palma o en Valencia, pasando desapercibidos por su pequeñez y escasa prestancia entre la cotidiana concurrencia de naves de gran porte. Como su edad, no anotada en las certeras estadísticas del «Lloyd’s Register» si se trata de buques menores de cien toneladas, permanece emboscada en los amarillentos y borrosos folios de los viejos libros de registro de las Comandancias y Ayudantías de Marina, que a buen seguro guardan el secreto de la edad de no pocas pequeñas naves de veteranía semejante, quizá ignorada incluso por sus propios dueños de hoy”…
La Naviera Ciudadelana S.A., junto a la casa consignataria Hijos de Francisco Arguimbau S.A., eran propiedad de D. Hilario y D. Lorenzo J. Arguimbau Amengual, este último fallecido en 1967, prácticamente al mismo tiempo que sus centenarios veleros.
Según parece ser, fue incendiado y hundido intencionadamente cerca del puerto de Barcelona. En noviembre de 1969 todavía navegaba.
La excelente web Baixamar hay narradas otras excelentes aventuras del ARNALDO OLIVER contadas por patrones que lo gobernaron. Baixamar es una imprescindible web en nuestra biblioteca virtual.

5 comentarios en “PLAYA BLANCA, ARNALDO OLIVER Y SAN SALVADOR

    1. Bona nit
      Francesc
      Este es un articulo muy antiguo que tengo que rehacer. Lo ampliare bastante
      Se puede conseguir en gran resolución esa foto??

      Gracias como siempre por tu atención

      Vicente

  1. Buenos días: buscando otras cosas he topado con este interesante artículo. Por si le puede ser de utilidad, hace un par de años transcribí tres cuadernos de bitácora del motovelero «Anita» supongo que de la matrícula de Maó, escritos por el patrón, mi tio abuelo José Tudurí Pablo, correspondientes a los años 1922/1924, cuando hacía cabotaje entre Maó i Barcelona. A título de ejemplo, una travesía entre estos dos puertos duró catorce días y medio, perfectamente documentada.
    Si es de su interés puedo darle un enlace. mi email es «antoni@tuduri.com». Salud.

  2. En varias ocasiones he acudido a su pagina, por cierto admirable al igual que «BAIXAMAR», me confieso una admiradora de los motoveleros, en tiempos de la guerra española mi padre fue primer mecanico » i único» del ABEL MATUTES, matricula ibizenca del cual poseo bastante material, en muchas ocasiones lo he citado en el Diario Menorca, bajo el titulo de Xerradetes de Trepucò».
    Hoy mi alegría ha sido máxima al encontrar datos del que siempre escuche infinidad de relatos «La Sangre».
    Para finalizar mi padre Gregorio caules Llull ( 12-3-197 / 30-8-1994) mecanico de profesión reparo infinidad de motores de veleros, viejos que volvían a surcar el mar, gracias al mismo.

  3. La fecha de nacimiento del mecanico naval Gregorio caules Llull fue en Mahón el 12 de marzo de 1907.
    primer motorista durante 50 años en el Remolcador nº 1 de Transportes militares ( Intendencia) de Mahón, uniendo con la motora baixamar con la fortaleza de la Mola.

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