NO HAY BUEN VIENTO PARA QUIEN NO TIENE PUERTO
La arqueología, de cualquier tipo, es una aventura apasionante. La industrial no lo es menos, y, para todos los apasionados a este noble arte, el descubrimiento de un documento determinado puede ser un gran tesoro. Pedro Blanco Álvarez es un maquetista extraordinario como ya vimos al estudiar el PEÑA ROCIAS, y su libro, Barcos. Modelos Navales con Historias, es un deleite para los amantes del modelismo y de la historia. Cuando ayer le pedí si podía conseguirme una foto del buque EL GALLO no pensaba que a las pocas horas dispondría de este esplendido documento que había estado buscando varios meses y que, después de la consulta de cientos de libros, no había logrado encontrar. Quisiera pues dedicarle este articulo, sobre este pequeño barco, y el que fue su gran capitán, D. Gonzalo Abad Bojas, formidable hombretón, valiente por los cuatro costados, según veremos desde un apunte extraido del libro Capitanes de Cantabria, escrito por Rafael Gonzalez Echegaray en el año 1970, y editado por la Diputación Provincial de Santander. El libro es extraordinario en su riqueza documental y estaría bien que las autoridades políticas santanderinas se decidieran a reeditarlo. Veamos el apunte sobre este capitan: …”Gonzalo Abad Bojas. La calidad humana de los hombres de mar santanderinos del siglo XIX fue inmensa y varia. Ni todos los capitanes eran académicos de guante blanco, ni todos los pilotos resultaban literatos, ni todos los sobrecargos o contralores de los correos hacían música y versos o estudiaban meteorología tropical. La mar, dura de siempre y cruelmente severa en los días de la vela, hacía hombres de hierro llenos las más de las veces de sencillez, aun en medio de la leyenda de sus hazañas.
El prototipo de los capitanes «tragamares» de vocación inquebrantable, ajeno a todo ringorrango social, con alma ingenua, valor portentoso, sexto sentido de la navegación, figura como un castillo y que cada vez que posaba sus manos en la regala, hacía tambalear entera la bacalada del puente, lo fue don Gonzalo Abad y Bojas.
Abad, un capitán mítico, dominador de temporales y popular como muy pocos en el Santander marinero de la segunda mitad del siglo, había nacido, muy probablemente en Cueto, el 8 de Abril de 1856. Era un mocetón rubicundo y embigotado, con el pelo hirsuto, la mirada expresiva y el alma al hombro a la hora de los peligros.
Nadie pudo explicarse bien cómo Abad, duro para las matemáticas, enemigo de textos y para colmo daltónico, pudo conseguir su título, salir a navegar y sufrir con éxito los sucesivos exámenes de su carrera. Pero lo cierto es que en el año 1876 obtiene su grado y en 1879 pasa a estrenar como capitán, la corbeta ECUADOR, un hermosísimo barco que se construía en los astilleros Vizcaínos de Aguinaga para el armador santanderino don Antonio Cabrero, que poseyó también entre otros buques, la corbeta PANAMA y el bergantín COLOMBIA. La ECUADOR medía 35,06 mts. de eslora, 8,17 de manga y 4,26 de puntal; arbolaba tres palos muy caídos y con 278 toneladas de registro cargaba trapo que era una bendición. Un hermoso buque destinado a la navegación del Pacífico por el Cabo de Hornos, para regresar con cargamento completo de café de Guayaquil. Gonzalo Abad se hizo realmente famoso con la ECUADOR, que estuvo bajo su mando ocho años seguidos. Fue el capitán de confianza de Cabrero, realizó las más rápidas travesías de Santander a La Habana y capeó con notable pericia los más duros temporales con esta notable corbeta. El día 1 de Septiembre de 1883 la ECUADOR estaba al ancla fondeada en la Canal y su capitán descansando en casa en la duermevela de las siete, cuando empezó a sonar «a barco», repentinamente, el campanón de la Catedral. El patache de Ribadeo nombrado AURELIA, tras correr en popa durante toda la noche un espantoso tiempo de sudeste, entraba por la boca del este con el velacho y la trinquetilla, quedando fondeado a cuatro cables de la Punta de La Cerda, falto de virada, cuando ya el viento habiendo rolado al noroeste se desflecaba huracanado e impresionante en forma de chubascos trágicos y espesos. Todos los voluntarios de la Sociedad Montañesa de Salvamento de Náufragos, recién constituida, se personaron en la península de La Magdalena para intentar lanzar sirgas de socorro a la embarcación desde lo alto de la Punta. Entre ellos el capitán Abad, que nada más oír los primeros lúgubres tañidos de la torrona, se tiró a la calle para cooperar a las faenas de auxilio en la inevitable catástrofe que se anunciaba a toque por toda la ciudad. El cañón boxer funcionó, porque entonces era moderno y recién comprado y el cabo salvador pasó a manos de la aterrada tripulación del AURELIA, que abandonaba el buque en el bote de servicio, antes de que faltaran sus cadenas y se estrellara inexorablemente en Las Quebrantas. Seis hombres cobraban del cabo y la pequeña embarcación se atravesaba a los cáncamos grises que entraban como monstruos, bramando entre las peñas por la boca del oeste. Cuando ya se encontraban a pocos metros de las rocas del faro, una mar rota y altísima tumba la embarcación arrastrando al agua a sus tripulantes. Y cuando medio Santander presencia desolado la tragedia, el capitán Gonzalo Abad, quitándose el calzado y la ropa de aguas, se lanza un fenomenal cole de cabeza desde la misma punta del acantilado. Increíble. A poco sale a la superficie resoplando como un tohino y empieza a nadar en aquel resalsero de espumas hacia el punto en donde la quilla del bote emerge del agua. El capitán Abad consigue con su extraordinario valor y fenomenal esfuerzo, salvar, con sus propios brazos, nada menos que a tres hombres de los seis náufragos del AURELIA, regresando a la braza por la barra del Juanón hasta el relativo remanso de las canteras de La Magdalena. A los dos días, perdido el fondeo, el AURELIA se deshizo en astillas, sobre el Puntal y sus restos se adjudicaron en 121 pesetas al vecino de Somo don Ruperto Cagigal.
Cualquier persona que haya tenido la oportunidad de contemplar la barra desde lo alto de La Magdalena en días de temporal del noroeste, puede valorar en toda su grandeza el valor temerario de la hazaña del capitán de la ECUADOR y lo excepcional de sus facultades físicas. Aquel día don Gonzalo Abad entró por la puerta grande en el santuario popular de los famosos santanderinos del siglo. No hay precedente ni repetición de locura semejante en los fastos de la historia trágica del puerto.
La ECUADOR, zarpó pocos días después para La Habana, como de costumbre remolcada hasta fuera de puntas por el CORCONERA N° 6. Y así una y otra vez sin descanso. En uno de sus viajes, de regreso a Santander, fue sorprendida por un huracán tropical que la desarboló casi por completo; la experiencia y el arrojo de su capitán consiguieron hacer recalar la ECUADOR a Cabo Mayor, casi a palo seco y sin aparejo. Cuando el mástil de señales de La Atalaya anunció su llegada, hacía varias semanas que se daba por perdida a la corbeta con toda su tripulación e incluso se les había rezado ya su correspondiente funeral.
Como consecuencia de un retraso parecido al anterior, fruto de los malos tiempos corridos cuando venía de Buenos Aires con un completo de maíz, fue obligado Abad a volver a la mar para arrojar el cargamento entero –estropeado- en aguas del Sardinero por orden del Gobierno Civil. Durante la larguísima travesía se había perdido el grano por completo, naciendo por entre el maderamen de la cubierta. Abad, pundonoroso y orgulloso de su fama de capitán experto, sufrió un golpe durísimo en su amor propio. Cuando volvió a puerto se presentó a don Antonio su armador, y le pidió la cuenta y el relevo. Sabía bien lo que significaba la enorme pérdida sufrida en el viaje y se sentía culpable. Cabrero tuvo que ponerse muy serio para hacer entrar en razón a su mejor capitán y hacerle desistir de su propósito.
En 1886 obtuvo Abad ante el Comandante General del Apostadero de La Habana, el título de Piloto de Todos los Mares, que era el más alto grado en la carrera náutica de entonces. Al año siguiente le cupo todavía, al mando de la ECUADOR, la oportunidad de inaugurar la parrilla del dique de San Martín con su propio barco. Sería un precioso espectáculo el del casco de la ECUADOR en rampa, con su obra viva al aire y su arboladura al cielo.
Aquel mismo año Gonzalo Abad, dejaba su corbeta para pasar a los buques de vapor de la Vasco-Andaluza. La ECUADOR se perdió en 1889; para entonces. Abad había retornado a la matrícula, pasando a mandar otro de los veleros santanderinos famosos, la corbeta CASTILLA, de don Juan Pombo.
Era este hermoso barco, de casco de madera, construido en Blanes en 1853, con 33,78 mts. de eslora, 9,48 de manga y 5,01 de puntal; registraba 358 toneladas y por él pasaron generaciones sucesivas de pilotos y capitanes montañeses, siempre en la carrera del trigo antillano desde Santander a Cuba y Puerto Rico. Gonzalo Abad, fue su último capitán. En 1890, se vendió en La Habana y a poco se perdió ese mismo año, la víspera de Noche Buena en una de las bocas del Missisipi. Abad regresó a Santander; vivía entonces en la calle de Méndez Núñez y estaba casado con doña Paulina Gómez y Barreda, de la que tuvo cinco hijas: Paulina, Soledad, Crisanta, Angela y Clementina.
A raíz de su llegada a casa volvió a ser contratado por otra naviera montañesa: La compañía de Desmarais Fréres, propietaria de la refinería de petróleo del Astillero, la primera de España inaugurada en 1880. Gonzalo mandaba el primer vapor de su flota, un minúsculo buque-tanque llamado VALERIA, que se había construido en Bristol en 1881 por Híll & Sons para la casa Cuthbert, Hancock & Có. de Cardiff. Se compró en 1892 a la Kerosene & Co. de Londres. Tenía 36,77 mts. de eslora, 6,6 de manga y 3,37 de puntal cargando unas 260 toneladas; tenía casco de hierro y máquina de triple expansión, lo cual era un buen adelanto para aquellos días.
El VALERIA se iba en lastre de Santander al Mar Negro y regresaba con el petróleo crudo a granel hasta la machina de madera de la factoría astillerense.
El 23 de Agosto de 1892 embarca de transporte en un vapor minero el capitán Abad para trasladarse a Newcastle, con el fin de hacerse cargo del nuevo petrolero que está construyendo Desmarais en Inglaterra, y que va a llamarse EL GALLO. Se armaba en los astilleros de Armstrong Mitchell; iba a tener 682 toneladas de arqueo con poco más de carga; con 52 mts. de eslora y una máquina de vapor a popa con una sola caldera. Abad tomó el mando del buque, obtuvo el pasavante consular y salió para Santander con el nuevo tanque para la matrícula.
Y aquí empieza la segunda etapa mítica de la vida marinera de nuestro hombre. EL GALLO y su capitán alcanzan enseguida una celebridad local sin precedentes. Los viajes ininterrumpidos de Santander a Batum en aquella diminuta palmatoria con la línea de flotación en cubierta constituyen un poema del bien navegar y de la buena suerte marinera. EL GALLO, con su puente convertido en pajarera gigante, porque la gran chifladura de Abad eran los pájaros, llegaba con su cargamento negro y regresaba en lastre desafiando los tiempos infames de la costa gallega y las cerrazones del Estrecho. En Odesa, según él mismo contaba, compraba don Gonzalo los guantes gigantes en que enfundaba sus manazas de oso, asombro y respeto de toda la marinería mercante. El capitán pejino de los largos bigotes era ya una pintoresca institución en la ciudad.
Al año de la puesta en servicio de EL GALLO, se produjo en Santander la catástrofe del CABO MACHICHACO. Gonzalo Abad perdió su casa y su ajuar en la hoguera enorme de la calle de Méndez Núñez. Su nuevo hogar se abrió desde entonces en El Astillero, terminal segura de su buque, y en la calle de Fernández Hontoria, junto al estanco de Monar.
En los comienzos del mes de Abril del año 1895, EL GALLO, largaba amarras y dejaba la ría de San José; su capitán hizo sonar el silbo despidiéndose de los suyos. El invierno se prolongaba y no terminaban aquel año las borrascas atlánticas. Desde la Estaca, el diminuto petrolero montañés fue un juguete de los mares que lo azotaban sin piedad.
En aquellos días, terminada la accidentada visita a la Corte de la Embajada marroquí de Sidi-Brisha, embarcaba éste en el crucero español REINA REGENTE en el puerto de Cádiz con destino a Tánger. A punto de botarse en los astilleros gaditanos de Vea Murguía el nuevo crucero acorazado CARLOS V, el REGENTE recibió orden de regresar de inmediato a la cabecera del Departamento para estar presente durante los solemnes actos propios de la ceremonia. El domingo día 10, a media tarde, largaba amarras el crucero y ponía rumbo a la Península. Entretanto EL GALLO, rebasaba el Cabo San Vicente y se adentraba en el Golfo de Cádiz en medio de un temporal deshecho.
El tiempo había cargado peligrosamente en la jornada anterior y cuando el REGENTE quedó al través de la Punta Malabata, el Estrecho presentaba un aspecto realmente aterrador. Los chubascos negros y espesos avanzaban del sudoeste y se interponían como telones opacos sobre el horizonte. El REGENTE era un punto con los dos tiznes de humo negrísimo de sus chimeneas atizando y enseguida desapareció.
Lo que sucedió al REINA REGENTE, un crucero de 4.800 toneladas construido por W. Thompson en 1887, con cuatro cañones de 8 pulgadas y 21 nudos de marcha, es uno de los grandes enigmas de la historia de la mar y de los barcos. Jamás llegó a Cádiz y jamás se volvió a saber nada de él ni de sus 415 hombres. Tan solo un barco francés, dice que en pleno temporal vio un gran buque en posición comprometida sobre el bajo de Las Aceiteras y al que no pudo prestar auxilio.
La derrota del REGENTE se cruzó precisamente, exactamente, con la de EL GALLO que venía corriendo en popa -una notable especialidad maniobrera del capitán Abad- como una centella desde Sagres a Trafalgar, en una carrera loca de espumas. Pero no vieron al crucero. El barquín montañés de las setecientas toneladas recaló el Estrecho medio destrozado; un golpe de mar encapillado traidoramente por la aleta, le destrincó un tanque de agua dulce que, proyectado sobre la cubierta, alcanzó al piloto don Manuel Sánchez, «el Mulato», -también vecino de Astillero-, cuando efectuaba el revelo de guardia y lo rompió una pierna. Gonzalo Abad, que llevaba tres días sin comer ni dormir de píe en el puente, animaba en las arfadas a su pobre barco: ¡Gallo! levanta la cabeza, que tengo cinco hijas…
Entretanto el REINA REGENTE se pasaba de ojo entre dos mares y desaparecía como un plomo. Sin salvación. Al cabo de varios días de búsqueda infructuosa, sólo se hallaron algunos restos de sus botes y el armario de banderas del puente. El 25 de Abril, en 109 brazas de agua al sudoeste de Punta Camarinal, entre Trafalgar y Tarifa, nuestro crucero ISLA DE LUZON rastreó un naufragio que fue posteriormente identificado como el casco de su infortunado compañero. No olvidó jamás el capitán Gonzalo Abad, el espanto de aquella noche del 10 al 11 de abril de 1895, en que fue el único e inconcebible testigo, sin él saberlo, de la tragedia del REINA REGENTE.
Poco tiempo le quedaba ya entonces de vida a EL GALLO como tal buque tanque. En 1902 se amarró en Bilbao y, transformado en buque de carga seca, pasa a la Sociedad Minera Cántabro-Asturiana. El día mismo en que quedó atracado en la Ría, Abad se desembarcó y se vino a su casa. Había quemado la última etapa famosa de su vida de mar.
Poco después fue a Méjico y por la influencia de su paisano y amigo el montañés Adolfo Rodríguez Yllera, que era gerente de la Compañía Naviera del Pacífico, embarcó en la flota de Romano y Berreteaga, más tarde Compañía Mejicana de Navegación, cuyos buques eran conocidos como «los vapores del Golfo» y que estaban pilotados en su totalidad por marinos españoles. Con no pocos apuros tuvo Abad que revalidar en examen su título y así pudo navegar sus últimos años mandando el TAMAULIPAS. Era este barco una especie de correillo de 1.022 toneladas, construido en 1901 en Dumbarton por Mac Millan & Sons; tenía máquina de triple, 230 pies de eslora y espacios para carga y pasaje, con una larga toldilla corrida. Hacía el cabotaje por todos los puntos del seno mejicano y el Caribe.
Aproximadamente el año 13 Gonzalo Abad regresó a su patria, cuando era inminente la promulgación de una ley que exigía la nacionalidad mejicana de origen para ostentar el mando de buques mercantes en aquel país.
En El Astillero concluyeron a poco sus días; no tuvo muchos años de retiro para tomar el sol en la bolera con sus amigos. Murió repentinamente, con el corazón roto, el 13 de Enero de 1915 en casa, sentado en un sillón.
Estaba condecorado con la medalla británica de oro de Salvamento de Náufragos por haber salvado personalmente con un bote de su barco a la tripulación de otro inglés náufrago el 20 de febrero de 1883.
Así fue de sencilla y estupenda -toda humanidad y valor- la vida marinera del capitán Abad, una de las figuras más populares en la flota santanderina fin de siglo. Un pionero admirable del tráfico del petróleo bajo la contraseña blanquirroja que desde el cielo verá como un sueño, a los tanques de su matrícula con cien mil toneladas -cien veces el porte de su heroico GALLO– recorrer la ruta del petróleo que él estrenara hace más de ochenta años”…
Todo un valiente quien en su pequeño buque recorría miles de millas hasta los cargaderos de los pozos de Baku para importar apenas unos cientos de toneladas de crudo o keroseno (antes las refinerías estaban situadas a pie de explotación petrolífera) para la refinería de Astillero de los Desmarais, lindando como hemos visto con la de Deutsch et Cie.
Veamos las características del petrolero EL GALLO según el Lloyd´s Register of Shipping: Año 1904-1905: …”Señal distintiva, HNDG; casco de acero; una cubierta corrida; luz eléctrica; maquinas a popa; 672 toneladas de registro bruto; 485 under deck; 380 de registro neto; construido en 1.892 por Armstrong, Mitchell and Co., de Newcastle; eslora entre perpendiculares, 170.5 pies; manga de trazado, 28.0 pies; puntal en bodega, 14.5 pies; longitud del castillo, 22 pies; longitud de la superestructura a popa, 55 pies; matricula de Santander; maquina alternativa de triple expansión construida por Wallsend Slp. Co. de Newcastle; diámetro de los cilindros, 16,5, 26 y 43 pulgadas para una carrera de 27 pulgadas; 96 caballos nominales”…
El peso muerto era de 897 toneladas.
Minúsculo buque en que el nombre es posible que no significase su sentido literal, sino que se refiriese a dos accionistas de la Compañía, los Sres. Georges y Albert Gallo. No lo puedo confirmar, es simple conjetura.
La refinería de estos Sres. se inauguro en Santander en 1.891, diez años después de la de los Sres. Deutsch et Cie.
Al final CAMPSA se quedo con todas las refinerías y buques del Estado que incluían entre otros a Petroleos Porto Pi; Desmarais Freres, con oficinas en Madrid desde 1.891; Deutsch et Cie, también con oficinas en Madrid desde 1.898; Fourcade et Provot, con infraestructura en Alicante desde mucho antes de 1.900 y la Sociedad Petrolífera Española, participada por Shell en el Norte de España. También evidentemente con las flotas de compañías como la de la compañía Vasco Valenciana de Navegación, entre otras.
El buque estuvo a punto de perderse en 1895. En el diario El Dia, de Madrid, edición de 15 de marzo de 1895, pagina 1, se anotaba: …”Por el vapor EL GALLO, que llego ayer á Sevilla, se sabe que el buque de aquella matrícula CARPIO estaba hace tres días entre las playas do Chipiona y Bonanza, con la máquina y el timón inutilizados, y procurando, aunque sin conseguirlo, capear el ternporal con las velas.
El capitán de EL GALLO dice que no pudo prestar auxilio, porque también el estuvo en grandísimo peligro y se salvó milagrosamente, y sospecha que el CARPIO naufragó en el sitio indicado.
Pertenece el CARPIO á a La Betica, Sociedad naviera de Sevilla, y está tripulado por 22 individuos .sevillanos, asturianos y gallegos.
El capitan, natural de san Sebastian, se llama don Antonio Iriarte”…
Para completar la información del buque, que, al ser botado el 6 de agosto de 1892, se convierte por unos días en el primer petrolero del Estado, de nueva construcción, anticipándose al CADAGUA y al CIUDAD DE REUS, y tambien a los bergantines y petroleros LA VIGUESA y SAN IGNACIO DE LOYOLA. Recurrimos de nuevo a González Echegaray y su libro La Marina Cantabra. Desde el Vapor, Vol III, en que leemos sobre este buque el siguiente apunte: …”En 1.901 la casa comercial Roiz de la Parra se hace cargo del transporte en el negocio de la refinería de Desmarais y pasan a su titularidad EL GALLO y el VALERIA.
Hacia 1.904, cuando ya estos barcos se iban quedando demasiado pequeños, EL GALLO es transformado en Bilbao en mercante de carga seca, y a continuación queda amarrado en disposición de venta. En 1.907 pasa a integrarse en la flotilla de la Sociedad Minera Cantabro Asturiana del Banco Mercantil y en 1.914 lo adquiere D. Fernando Pereda Palacio, quien lo maneja durante un año hasta que pasa a poder de D. Juan Correa en 1.916 y finalmente en 1.917 sale de la matricula para ir a la de Bilbao con la naviera de Navajas. En 1.925 baja al Mediterráneo, se rebautiza JAIME B, y acabo sus días naufragando en 1.935”…
Su integración en la naviera de la Sociedad Minera Cantabro Asturiana, lo narra el diario El Dia, de Madrid, edición de 6 de junio de 1907, pagina 2, que cita: …”Desde Gijón. Pruebas del vapor «EL GALLO»
En viaje de prueba, hizo el domingo una excursión á San Esteban de Pravia, el vapor «EL GALLO«, que ha sido adquirido recientemente por el naviero gijonés D. Ramón Fernández y acaba de ser objeto de importantes reformas en los acreditados talleres de los señores Riera, Menéndez Compañía.
A las diez de la mañana salió del Musel «EL GALLO«, llevando á su bordo varios invitados, personas relacionadas con el armador Sr. Fernández y algunos con los negocios que éste representa.
La travesía se hizo felizmente por el buque, desarrollando una marcha de diez millas por hora, no obstante el fresco Noroeste que reinaba.
Cerca de San Esteban, fue alcanzado por «EL GALLO» el vapor «PALMIRA«, perteneciente al mismo armador y que navegaba con cargamento de cemento para las obras de aquel puerto, estando al costado ambos vapores se saludaron con entusiasmo, celebrando encuentro tan oportuno y feliz.
Una vez en San Esteban, desembarcaron los invitados, para hacer honor á un suculento almuerzo con que les obsequió el naviero señor Fernández, en el restaurant «El Brillante”.
El regreso se efectuó también en satisfactorias condiciones, quedando el buque atracado al muelle Oeste de Fomento, donde tomará su primer cargamento de carbón con destino á Bilbao.
Posee el señor Fernández, para la exportación de los carbones, los vapores «ASTURIAS«, «PALMIRA» y «EL GALLO«, pudiendo calcularse en más de 120.000 toneladas el carbón que embarcó durante el último año para los diferentes puertos del litoral.
Cuenta hoy con depósitos de dicho mineral en los puertos de Barcelona, Valencia, Cartagena, Denia, San Sebastián, Bilbao, Santander y Deva.
Ha llegado, pues, el Sr. Fernández, á crearse una señalada representación en la vida comercial de nuestro puerto, merced á sus excelentes condiciones personales y á su actividad y aciertos en los negocios”…
Una noticia curiosa la da el diario El Noroeste, Año XVII, Número 5993, edición de 1 de febrero de 1912, que cita: …”Viajes extraordinarios. El vapor EL GALLO.
Aprovechando la circunstancia de hallarse en este puerto el vapor EL GALLO, un barco de 900 toneladas de carga, de excelentes condiciones marineras y de gran marcha, hará viajes extraordinarios a Ferrol el domingo y lunes próximos, a fin de que los coruñeses puedan presenciar la botadura del acorazado ESPAÑA y asistir a las fiestas que han de celebrarse en la ciudad vecina con motivo de la visita de los Reyes.
Serán unos viajes que, además de económicos, resultaran muy cómodos, pues el barco ira todo el entoldado para evitar las molestias del sol o de la lluvia y llevara sillas en su amplia cubierta para los pasajeros.
Oportunamente daremos a conocer los precios del viaje y las horas de salida y de retorno”…
También se dedico al transporte de explosivos, junto al NEMROD, y dio un enorme susto en 1921, según nos relata el diario El Adelanto: Diario político de Salamanca, Año XXXVII, Número 11270, edición de 26 de febrero de 1921: …”Comunican de Bilbao que el vapor EL GALLO embarranco en la costa de Mundaca
Al enterarse los vecinos de dicho pueblo de que EL GALLO llevaba un cargamento de dinamita, abandonaron el pueblo temiendo que se produjera una explosión”…
Poco mas adelante en el tiempo, y según el diario EL ADELANTO: Diario político de Salamanca, Año XXXVII, Número 11390, edición de 19 de julio de 1921, ayuda en un salvamento: …”También al vapor pesquero ARMENCHU se le abrió una extensa vía de agua, siendo auxiliado por el vapor EL GALLO que le remolco hasta San Esteban de Pravia”…
Ayuda en otro salvamento según el diario La Libertad, Año VII, Número 1522, edición de 8 de febrero de 1925: …”Un buque en peligro. Almería, 7.
En la Comandancia de Marina se ha recibido un despacho de la Ayudante de Adra comunicando que el vapor CERVERA, de la matricula de Barcelona, se encuentra a siete millas al sudeste de este puerto con el eje de la hélice roto.
Reunidos en la Comandancia con el consignatario del buque, se acordó que salga el vapor EL GALLO para remolcarlo hasta Almería.
El CERVERA se dirigía a Málaga con pasajeros y tripulación. Todo sin novedad”…
A partir de 1927, según nuestras consultas a las hemerotecas, aparece como JAIME B, hasta el mes de octubre de 1934, en que, según parece ser, se pierde. En la edición del sábado, 27 octubre 1934, página 29, del diario La Vanguardia, y aunque aparece citado solo como JAIME, se narra su fin: …”Vapor embarrancado. Melilla, 28.
En el Cabo Tres Forcas embarrancó el vapor «JAIME», propiedad de la Compañía Comercial Mediterránea, que había salido con dirección a Cádiz y Sevilla. El accidente se debe a que el barco sufrió una avería en el timón.
La tripulación pudo ser salvada, gracias a haber acudido rápidamente la embarcación a motor «SAN JOSE», la cual trajo a los tripulantes. El capitán del «JAIME» se negó a abandonar el barco y ha permanecido en él hasta que ayer por la tarde fue traído a este puerto por un bote de la Sociedad de Salvamento de Náufragos, en vista de que su barco se considera perdido”…
Del buque EL GALLO me gustaría conocer si tienen información sobre movimientos en la ria de ASTILLERO Cantabria
ME GUSTARIA SABER SI EN EL BUQUE EL GALLO NAVEGO UN OFICIAL DE PUENTE LLAMADO JOSE EFREN PEDRAZ
Fue mi bisabuelo y me siento orgullosa de ello
Gracias por vuestro recuerdo
Sra. Puede sentirse muy orgullosa. Un marino muy valiente
Vicente