La Compañía General de Tabacos de Filipinas disponía, para sus transportes internos desde sus plantaciones hasta sus factorías generales, de pequeños remolcadores y gabarras que substituyeron a los medios primitivos originales basados en embarcaciones indígenas. Todo un rosario de pequeños remolcadores de paletas, usados también como transportes de personas, tiraban, desde el interior de la selva a las factorías, y viceversa, de pequeñas gabarras y lanchones con la preciada mercancía.
Todo esto nos lo cuenta un libro extraordinario y unico, La Compañia General de Tabacos de Filipina, 1881-1981, escrito por Emili Giralt Raventos, y publicado en noviembre de 1981. De sus paginas 72 y 73, extraemos el siguiente texto: …”Como complemento necesario a la organización del acopio tabaquero en el valle de Cagayan, la Compañía tuvo que montar un servicio de transportes que permitiera la conducción de los fardos de tabaco desde los almacenes locales hasta los generales de Lal-Loc, en la desembocadura del Río Grande. Este servicio, aunque general para las dos casas del Valle, dependía de la casa de Cagayan. En un principio la Compañía aprovecho en su casi totalidad el personal y material que hasta entonces había utilizado Hacienda para sus transportes.
Se trataba de un material muy primitivo, reducido a unas embarcaciones de tipo indígena, como los barangayanes o barcas de pequeño calado, construidas con maderas toscamente labradas y unidas entre si por vejucos, que llevaban a ambos costados unos flotadores formados por haces de gran numero de cañas. Estas embarcaciones eran movidas a brazo, con ayuda de pertigas o bicheros, pudiendo navegar también a vela: su capacidad de carga era muy escasa.
La lentitud de un servicio realizado con elementos tan rudimentarios, suscito enseguida una propuesta del Comisionado Especial en la que encarecía la urgente adquisición de un remolcador y unas gabarras de calado y dimensiones apropiadas para la navegación fluvial. La propuesta fue aprobada por el Consejo de Administración quien encargo a los astilleros escoceses de la casa Lobnitz la construcción de cuatro gabarras y un remolcador de 135 toneladas, provisto de ruedas, con una maquina de alta y baja presión. Junto con las gabarras, el remolcador fue entregado a la compañía en Septiembre de 1.885 y bautizado con el nombre de ANTONIO LOPEZ. Estas fueron las primeras unidades de material flotante con que contó la Compañía para el servicio de conducciones por el Río Grande de Cagayan. Se utilizaron no solo para el servicio de la Compañía sino para el eventual transporte de pasajeros y mercancías ajenas. En años sucesivos, las memorias leídas en las juntas generales constatan que el tren de conducciones había ayudado “poderosamente al buen éxito de nuestros servicios en aquel Valle” e incluso que estaba rindiendo unos beneficios superiores “a los de una prudente amortización“. En vista de tales resultados el material adscrito a las conducciones del valle fue aumentando con otras unidades, haciéndose constar repetidamente que por el capital que representaban, sus rendimientos eran muy buenos”…
El ANTONIO LOPEZ tuvo el número de grada 275 de los astilleros, y, según indican algunas fuentes, paso a depender de la Armada a partir de 1895.
El destino de estos remolcadores lo desconozco. Según parece ser, e indican algunas fuentes, naufrago en 1902, en el mar de Zulu, cuando navegaba en demanda de Zamboanga.
Posteriormente se contrataron más remolcadores y gabarras con el mismo astillero. Uno de ellos, el PEDRITO, aparece en una de las fotos del texto.